La experiencia cotidiana en el devenir de la historia ha demostrado, entre otras muchas cosas, que los hombres ponen poca confianza en las innovaciones tecnológicas hasta que sus ventajas son más que obvias o hasta que no les queda otra opción. Innovar no es un proceso fácil y menos en el campo de las tecnologías educativas, pues éstas no han pasado todavía por el filtro de la experiencia sólida (Alanís González, M., 2010).
La adopción de una
innovación puede describirse como un proceso de varias etapas en donde se requiere una fase de iniciación, en la que se realiza el descubrimiento y el análisis de conveniencia, y otra posterior de implementación a las necesidades del individuo o sistema educativo que la contempla. Al analizar la adopción de una innovación hay que tomar en cuenta los costos y los beneficios, directos (equipamiento e instalación), indirectos (capacitación o cambios de mentalidad) y ocultos (presión social, requisitos legales, inclinación personal, etc.), ya que el sólo hecho de percibir los beneficios directos como superiores a los costos no suele ser razón suficiente para adaptar una innovación.
Las innovaciones no se adoptan al mismo tiempo por todos, es más bien un proceso continuo en el que siempre hay grupos que las aceptan primero, otros que las siguen y unos más que nunca las usarán. Los pioneros de las innovaciones las buscan tanto por curiosidad como por el deseo de estar a la vanguardia o el gusto de mostrar oportunidades. A ellos les siguen los innovadores tempranos, quienes observan a los pioneros, prueban las nuevas tecnologías y ayudan a resaltar el valor de una innovación. Una vez que los innovadores tempranos han adoptado una tecnología, en breve tiempo los sigue la mayoría; en su etapa temprana conlleva un crecimiento acelerado de la demanda y de la capacidad de soporte para atenderla. En esta etapa se alcanza el nivel máximo de adopción. Posteriormente la innovación declina, pues al estar presente en la mayoría deja de ser algo innovador; en ese momento es adoptada por un grupo rezagado, que se ve forzado a ello por las circunstancias.
Por otro lado, la adopción de una innovación tecnológica exige considerar los medios de soporte necesarios para mantenerla en el tiempo. Su desarrollo se puede describir con las siguientes etapas: En sus inicios, la poca demanda exige más bien poco soporte tecnológico, pero muy personalizado y especializado. Conforme la demanda comienza a crecer, hay que absorber los riesgos de adquisición tecnológica brindando un mayor y más fácil soporte a un mayor número de usuarios, si bien éste termina siendo menos personal y más bien estándar. En la etapa de madurez en la adaptación y uso de la tecnología, el número de nuevos usuarios deja de crecer pues ahora todos tienen la tecnología con lo que llega el momento de seguir en el soporte técnico pero teniendo muy claro el cambio en la demanda, para no incrementar el gasto en un soporte que no será necesitado (Alanís González, M., 2010).
Un crecimiento saludable de una innovación tecnológica en una organización requiere de diferentes tipos de
soporte en diferentes etapas de maduración cada uno y de una administración múltiple de innovaciones en distintas etapas de asimilación. Un buen administrador tecnológico necesita distinguir el apoyo que debe dar a cada innovación y actuar de acuerdo a las necesidades de la organización para cada momento tecnológico.
La adopción constante de nuevas tecnologías (en especial de la informática y la comunicación) y el buen manejo de éstas en los ambientes laborales y educativos es, hoy por hoy, una necesidad que refleja el hecho de que el ciudadano se encuentra inmerso en una
sociedad del conocimiento, es decir una sociedad en la que se reconocen a los activos intangibles como elementos de valor por sí mismos y como generadores de otras formas físicas de valor.
Por ello, la conexión entre la sociedad del conocimiento y la educación requiere un proceso de aprendizaje permanente, mayor autonomía y descentralización de las escuelas, la inclusión de las diferencias sociales y la integración social, para preparar a las personas integralmente, como trabajadores y como ciudadanos del conocimiento para competir en una economía global.
A partir de lo que se establece en Lozano y Burgos (2007, Cap. 3), se identifican las características más relevantes de la ciudad del conocimiento, que se distinguen por desarrollar la interrelación del contexto social con la tecnología y el aprendizaje, enfatizando el uso de la tecnología en la construcción de la sociedad y del aprendizaje continuo de los ciudadanos. Pero para llevarlo a cabo con éxito, son necesarios una filosofía educativa humanista y un enfoque
andragógico y
constructivista.
Por otro lado, al hablar del uso de las tecnologías de información en la educación es necesario hacer mención del modelo educativo que permite aprovecharlas al máximo: el que se centra en el
alumno. El modelo educativo centrado en el alumno se compone, según según se comenta en el Cap. 2 de Lozano y Burgos (2007, página 53), de círculos concéntricos que se superponen del centro hacia la periferia, lo que permite proporcionar una imagen holística de la educación y entender mejor sus interrelaciones.
En el círculo central se encuentran los
estudiantes, quienes se asumen ahora como actores principales de la acción educativa y de su propia forma de aprender. En el segundo círculo están los
profesores, quienes bajo una perspectiva constructivista guían a sus pupilos en su proceso de autoaprendizaje de acuerdo con sus necesidades particulares. El tercer círculo corresponde al
contenido temático de la disciplina, que el profesor buscará que se aprenda tanto en habilidades básicas como específicas. El cuarto y el quinto círculos comprenden los
contextos institucional y sociodemográfico, es decir, en ellos se describen de las características de la institución educativa así como de la sociedad en la que se encuentra inmersa. Finalmente el sexto círculo sirve de
marco teórico de referencia para el hecho educativo, brindando el sustento filosófico de los objetivos que se pretenden alcanzar.
Si bien la visión del modelo educativo centrado en el alumno es clara, el cambio hacia este modelo no es sencillo ni siempre bienvenido entre profesores y alumnos; como en el caso de la adopción tecnológica mencionado más arriba, es una cuestión que requiere tiempo. Pero sus ventajas y beneficios se irán imponiendo poco a poco.
Referencias:Alanís González, M. (2010).
Gestión de la introducción de la innovación tecnológica en educación. En Burgos Aguilar, V. & A. Lozano Rodríguez (Comp.). Tecnología educativa y redes de aprendizaje de colaboración. Distrito Federal, México: Trillas.
Lozano Rodríguez, A. & Burgos Aguilar, V. (2007) (Comp.).
Tecnología educativa: en un modelo de educación a distancia centrado en la persona. Distrito Federal, México: Limusa.