lunes, 14 de enero de 2013

Leer

Empecemos el semestre con este breve escrito de Juan Carlos Moya, un bloguero que leí hace muchos años y cuyo texto hoy reproduzco como una especie de declaración de fe en la lectura en este mundo de wikipedias y anexas:

"Leer,

Voy a leer hasta que me quede ciego, lo juro. Estoy absolutamente seguro de eso. Ya llevo encima unos lentes de fondo de botella. Y lo único cierto en mi vida, aparte de las escapadas al cine, es la lectura. No hay nada más en el horizonte aparte del horizonte. Leer es un viaje, un desplazamiento, una fuga.

Uno no lee porque el profesor le diga que lea. Uno lee porque le da la gana.

Yo leo porque quiero borrarme del mapa, de la realidad odiosa que me tocó vivir, leo porque soy débil y no soporto estar consciente. Cosa curiosa, cuando tengo un libro en mis manos, veo con más optimismo la vida. Soy una bestia mucho más tierna y menos cínica. Confío en la justicia y hasta me apena decirlo anhelo enamorarme como un zonzo de una niña de cabello rubio y ojos de pajarita con sueño.

Es que leer no me ha cambiado la vida en este país, pero sí me ha hecho olvidarla y vestir mi corazón con diferentes banderas: la argentina, la estadunidense, la española, la italiana, ¡la uruguaya! ¡Qué bien me llevo con los tipos que saltan de las hojas de los textos! Ni ellos me molestan ni yo los juzgo.

Mi círculo social, gracias a la bendita literatura, ha crecido y ya me siento menos solo cuando llega mi cumpleaños.

"Nunca he asumido la lectura por aburrimiento o para matar el tiempo", dice Marguerite Duras, quien se dedicaba a ella por las noches, con whisky y en absoluto silencio. El director de cine Robert Altman, por ejemplo, no descuida llevar una novela cuando aborda un avión.

A Katy, una ex amante de mi juventud, infiel y flaca, le daba por hojear una obra mientras almorzábamos. Sobre la mesa tenía un plato con carne de cordero y al lado una novela del Marqués de Sade.

Conocí hace tiempo a un nerd que había consumido más de mil libros y siempre, pero siempre, cuando te cruzabas en su camino, a cualquier hora, te interrogaba a ver si habías revisado la misma cantidad que él. "¿Has leído el libro...?", te arrinconaba en ayunas. Y contestabas, "no". Y él te respondía: "Yo sí".

Como hay diversas lecturas también hay diversos lectores, cada uno posee su fin y su sin sentido. JC Onetti leía a Chandler, acostado. David Lynch lee cobijado por el silencio/misterio de un bosque.

Algunas señoras tienen una novela sobre la mesita de noche, y con ella se procuran el sueño o también sobrellevan la espera a que su marido regrese, o sus ronquidos nocturnos.

Mientras leemos, nuestros músculos están relajados y no trabajan. La única activa es nuestra imaginación. Ella, en perfecto matrimonio con las palabras, va levantando escenas y locaciones, dispone la luz o las sombras, la violencia o la pesadumbre.

¡Dios salve y bendiga a los queridos escritores!… y proteja la vista infatigable de los lectores.

Cada vez que leemos los frutos de veneno y miel de los escribas, damos un paseo por el jardín de las vidas imposibles. Renacemos, multiplicamos nuestra experiencia con las desventuras/conquistas de cada personaje vegetal.

Leer es la consagración de la soledad y el silencio, un homenaje a la palabra, a la sangre/tinta humana, al testimonio escrito de la vida."

Juan Carlos Moya