En días pasados estuve como
observador de un focus group sobre
innovación educativa con el que pude confirmar que, sin importar el nivel
educativo del que se trate, los docentes –y sobre todo los que ya llevan varios
años de carrera- coinciden en ver al dispositivo móvil como el gran enemigo de
la clase.
¿Por qué prohibir el móvil? Las
razones que argumentan los maestros son muchas, pero pueden resumirse en 3
grandes aspectos: son un distractor de la clase, provocan problemas de conducta
y… los maestros no saben usarlos en su beneficio.
¿Prohibir los dispositivos móviles
es solución? Yo soy un firme convencido de que no lo es. Lo que más bien hace
falta es saber verlo como una herramienta didáctica más y aprender a usarlo a
favor de la enseñanza, como ya se hizo en su momento con la regla de cálculo,
la calculadora electrónica o la computadora. La tendencia actual muestra un
crecimiento y generalización del uso de dispositivos móviles con Internet en
todos los aspectos de la vida actual, y la educación no es una excepción. Es
una realidad que debemos aceptar y asumir.
He aquí algunos motivos para no
prohibir el dispositivo móvil en el aula, presentados recientemente por Lisa Nielsen, la conocida educadora norteamericana famosa por
sus trabajos de divulgación en innovación educativa:
-
Si estamos preparando a nuestros estudiantes para la vida después de la
escuela, debemos permitirles utilizar las herramientas que van a usar cuando
lleguen allí. ¿Cuántos puestos de trabajo pueden pensarse en este momento sin
el uso de un teléfono inteligente? Quienes están en compras piden componentes o
verifican inventarios, los ingenieros verifican planos, los médicos calculan
dosis, todo el mundo revisa su correo electrónico desde el teléfono. La lista
es interminable. En el momento en que nuestros estudiantes entren en sus
profesiones la necesidad de utilizar la tecnología móvil será aún más fuerte.
No prepararlos para ese mundo sería negligencia.
-
En momentos en que las escuelas enfrentan la restricción de sus presupuestos,
usar la tecnología que ya está disponible suena lógico. ¿Cuántas escuelas argumentan
la falta de fondos como una razón por la cual no están haciendo más con la
tecnología? Se puede rebasar la solución de ese problema mediante el uso de la
tecnología que está disponible de forma gratuita y, probablemente, en la
mayoría de los bolsillos de los estudiantes.
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Los dispositivos móviles son ideales para la enseñanza de habilidades del siglo
21. Si quieres que los estudiantes aprendan a colaborar, ¿qué mejor herramienta
se puede usar que un teléfono? Uno de los principales argumentos contra el uso
de teléfonos es que los alumnos pueden hacer trampa. La respuesta es que las
pruebas que son tan carentes de rigor que los estudiantes pueden encontrar las
respuestas en un teléfono merecen ser consideradas pésimas y anticuadas en un
mundo donde la información es fácil y gratuita. Semejantes exámenes no preparan
a nuestros estudiantes para el mundo que les espera y ellos lo saben, por eso
piensan que la escuela es irrelevante. Las políticas que prohíben los teléfonos
celulares porque los estudiantes podrían comunicarse entre sí son miopes. Los
estudiantes que trabajan juntos para encontrar soluciones a problemas y retos
deberían ser alentados y no etiquetados como “tramposos”. Como a Kevin Honeycutt le gusta decir, "Los estudiantes solían
pasarse notas en papel y no por ello se les prohibió el papel”.
-
Tenemos que enseñar a nuestros alumnos formas responsables de utilizar la
tecnología, dentro y fuera del aula. Prohibir la tecnología para mantenerlos
“seguros” es no sólo irresponsable, sino una ceguera: los chicos ya usan los
teléfonos móviles de todos modos para comunicarse, pasarse imágenes o
participar en las redes sociales, se los prohibamos en la escuela o no. Hay que
enseñarles cómo hacer esto, y en qué momentos de la clase, así como a
protegerse de los riesgos, los que, por cierto, no van a desaparecer por el
hecho de ignorarlos.
Un dispositivo móvil puede ser una
gran herramienta educativa: permite comunicarse, encontrar y clasificar la
información, formular y articular ideas, compartir métodos y conocimientos,
tomar medidas, realizar cálculos o ampliar la capacidad de nuestra memoria, con
la ventaja respeto a otros dispositivos de que el acceso a la información se
produce de forma flexible en el tiempo y el lugar. Todo esto modela nuestra
manera de pensar, de interpretar el mundo y de experimentar con el entorno, y
no es posible hablar de formar las competencias digitales que reclama este
siglo sin atender a la utilización de la tecnología móvil.
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