jueves, 24 de junio de 2010

Las otras inteligencias

La ingeniería mecánica exige a alumnos y maestros un elevado dominio del pensamiento lógico-matemático. Entre los estudiantes que ingresan al nivel profesional existe la teoría de que “hay que ser un cerebrito” –es decir, hay que ser muy listo- para poder permanecer allí. En cierta medida esto es cierto, pues implica que si al alumno no le gustan las matemáticas, el pensamiento lógico, el seguimiento de experimentos o la resolución de problemas es muy probable que tenga poco éxito con sus estudios dentro de esta disciplina. La idea de que “ser listo” es ser bueno en matemáticas o en letras lleva arraigada mucho tiempo en la mente de padres, estudiantes y maestros pues los sistemas educativos han privilegiado por años y años este tipo de creencia (Pérez y Beltrán, 2006).

Yo soy profesor de ingeniería mecánica; casi cada semestre aparece en mis aulas algún alumno apasionado por las máquinas, hábil para montar y desmontar complicados mecanismos o para dibujar de unos cuantos plumazos autos increíbles, naves espaciales fabulosas y fantásticos aparatos para hacer las más increíbles tareas; pero al enfrentar situaciones fundamentales de cálculo, de pensamiento estructurado o de encontrar relaciones causa-efecto en fenómenos físicos -indispensables de manejar en esta disciplina- estos chicos se topan con enormes dificultades para salir adelante. Estos trances, aparentemente incoherentes entre el gusto y la ejecución, los conducen, en la gran mayoría de las veces, a situaciones de mucha frustración y desgaste, que terminan finalmente en un fracaso de estudios. Por otro lado, he visto graduarse con dificultad a alumnos de muy bajo desempeño académico que al poco tiempo de estar en el mundo profesional se convierten en exitosos emprendedores o en talentosos solistas de algún grupo musical.

¿Cómo entender estas dos situaciones? ¿Es que estos estudiantes son tontos? Por supuesto que no lo son; si lo fueran no habrían llegado a un nivel universitario. No, lo que ahora sabemos que pasa es que estos estudiantes son inteligentes de otra manera, pues hay muchas formas de ser inteligente. En realidad no hay alumnos más inteligentes que otros, hay personas con inteligencias que pertenecen más bien a diferentes campos.

¿Cómo ayudar a estos chicos? La solución bien puede estar en la posibilidad de desarrollar una manera alternativa de enseñar y aprender que contemple la diversidad de mentes y culturas presentes en un salón de clases. Esa es una posibilidad real que nos ofrece, hoy por hoy, la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.

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