viernes, 10 de noviembre de 2017

La ternura de los lobos




La ternura de los lobos es una historia que transcurre en la frontera de colonización canadiense en la segunda mitad del siglo XIX, entre bosques, páramos, nieve y un frío omnipresente. Frío que se lleva en la sangre y en la manera de ser de los personajes que, por sus orígenes raciales y educativos, son secos, contenidos y fuertes. La acción se ubica en una región de naturaleza hostil donde culturas diversas (escoceses, noruegos, franceses, ingleses, iroqueses…) entrechocan al estar obligadas a vivir en los mismos espacios y pelear por los mismos recursos.
El relato es denso, agobiante y por momentos desconcertante de seguir al cambiar de párrafo o capítulo pues mezcla las voces de la protagonista, el “yo” de la Sra. Ross, con las impersonales del “ellos”, los tiempos presentes y pasados de los personajes en una mezcolanza narrativa que para algunas opiniones es una manera “refrescante” de relatar, pero que para el que esto escribe resulta confuso, como atropellado y falto de orden; una especie de madeja con varios hilos sueltos.
El hilo principal de la historia no me parece del todo original, aunque los elementos con los que se cuenta y que le dan un carácter local  sí lo sean, pues quien haya leído El nombre de la rosa, de Umberto Ecco, reconocerá elementos similares del relato: documentos ocultos que encierran secretos poderosos que no se pueden revelar; pistas ocultas en trozos de papel aparentemente indescifrables; la muerte misteriosa de un personaje homosexual que desencadena dos búsquedas encarnizadas y opuestas, una dupla de investigadores con personalidades contrastadas y un misterio final que también se desvela en un “finis africae” (en este caso, un “finis canadiensis”) en medio de las muertes de quienes buscan acallarlo.
El aparente desenlace del relato se retrasa al grado que parece que vemos la acción como en cámara lenta: las acechanzas, los pasos sigilosos en la nieve, los tiros, las muertes de Stewart, Medio Hombre y Donald, todo ello lo estira la autora hasta el límite de los nervios del lector, quien en su interior pide a gritos que se defina algo, lo que sea, con tal de terminar con el suspenso agobiante.
El final queda como trunco, indefinido en varias de sus líneas narrativas y eso resulta frustrante: ¿Qué fue del trozo de hueso con la supuesta escritura india? ¿En qué acaba la participación del pobre Sturrock? ¿Qué sucede con Francis? ¿Qué hace el Sr. Ross? ¿Qué le depara a Line la vida en Dove River? ¿Qué hace la Sra. Ross una vez que descubre esa libertad y la posibilidad de amar a otro hombre? Este final de desenlace poco claro me hace recordar la escena última Lo que el viento se llevó, manteniendo hasta más allá del final el suspenso sobre el destino de los personajes.
El origen del nombre de la novela tampoco queda claro, ¿es referencia directa a los lobos que no se comieron a Line y sus hijos y “prefirieron” despacharse al caballo enfermo? ¿Es referencia a la emoción final de los sobrevivientes por las muertes de Donald o Stewart? ¿Es una metáfora que hace referencia al amor que nace entre la Sra. Ross y su guía indio Parker, ambos lobos en persecución de su presa Stewart? ¿Es referencia a todos los personajes, convertidos en lobos para poder sobrevivir en esas tierras inhóspitas, pero con afectos y amabilidades en sus corazones, en sus comportamientos?
El resultado de todo esto es un relato oscuro y agridulce del que no puedo decir que me haya gustado, pero tampoco que me haya desagradado en todo; es una indefinición similar a la del final de la propia novela.

Referencia:
Penny, S. (2011). La ternura de los lobos. Primera edición en español. Villatuerta, España: Ediciones Salamandra.


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