viernes, 17 de noviembre de 2017

Lola, la gata fiel




Al hablar de fidelidad de las mascotas, la gente piensa inmediatamente en el perro; no obstante, las personas que tenemos la fortuna de recibir el amor y la compañía de un gato sabemos que la fidelidad y el afecto de un minino pueden llegar a los mayores límites de entrega. 

Los gatos desarrollan vínculos afectivos con sus congéneres cuando 2 o más viven juntos, pero el más fuerte de estos lazos es el que tiene un gato con su humano, que es más estrecho que con uno de su especie y que crece con los años. Tal es el caso de Lola, la gata fiel. 

Lola siempre está donde yo me encuentro, me sigue a donde quiera que vaya en casa, espera -y pide- apapachos y los brinda aunque yo no se los solicite. Duerme junto a mí y se despierta con el despertador. Me acompaña si estoy enfermo y me protege si cree que me amenaza algo, de este mundo y hasta del otro. Me recibe con maullidos y frotamientos al llegar a casa y me acompaña a la puerta cuando me voy a trabajar. Me demuestra su amor a su manera gatuna: con ronroneos, maullidos, suaves mordiscos, masajitos, frotándose en mis piernas, dejando que le rasque la panza y hasta regalándome bichos para comer. 

El amor de un gato es regalo muy valioso, pues el humano debe ganárselo a pulso. Ciertamente, el gato se encariña sólo con las personas que lo tratan bien, que lo aman, que le proporcionan alimento y abrigo... exactamente como le ocurre a los humanos. Y una vez que otorga su amor, es a toda prueba.  

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