La educación no es solo
formación, es, sobre todo, el cultivo del juicio, del carácter y del criterio.
Desde finales del siglo XIX la escuela
prepara personas para producir, pero no para vivir. Las hemos educado para
competir, pero no para conversar.
Las universidades actuales ya
no garantizan el pensamiento crítico en sus aulas.
Los universitarios están más
preocupados por no ser ofendidos que por pensar y confrontar ideas.
El modelo de educación por
competencias no favorece el pensamiento crítico. Su enfoque centrado en el
mercado laboral limita la formación integral.
Preparamos egresados “competentes”
técnicamente, pero frágiles emocionalmente.
No enseñamos a pensar,
enseñamos a rendir.
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