26 de septiembre de 2025

La autoría humana

 

Imagen: Gaceta UNAM


Soy seguidor de «El Robot de Platón», el canal de “ciencias y sapiencias” del divulgador peruano-neozelandés Aldo Bartra en YouTube. Me gusta por los temas que trata (en especial los de astronomía y pensamiento humano) y porque su estilo de comunicación es científicamente riguroso y también entretenido. En especial me gustan sus toques de humor filoso y el sarcasmo con el que fustiga las pseudociencias, la desinformación y los mitos científicos. Sus videos siempre son una invitación a la reflexión profunda.

En su reciente video El fin de la autoría humana pone el dedo en un aspecto polémico y coyuntural para la sociedad contemporánea: cómo se verá desde el futuro la autoría de los trabajos artísticos e intelectuales provenientes del pensamiento humano y de las máquinas, en particular de alguna inteligencia artificial (IA). Y no solo eso, su visión mira hacia lo venidero y se pregunta qué va a ser de ese conocimiento y ese arte, cómo distinguirlo y preservarlo. ¿Qué deberíamos conservar para el futuro de la humanidad? ¿Solo lo que escribimos los humanos o también lo que generan las inteligencias artificiales?

El tema me parece fascinante y es algo en lo que yo no había pensado con anterioridad. Siempre he dado por sentado que todo el conocimiento se preserva, ¿pero ahora será igual con el que no es del todo -o nada- humano? Van los siguientes apuntes sobre este video y algunas reflexiones que me surgen de lo que ahí escuché.

Es hasta muy recientemente que yo me he preguntado quién escribió lo que veo y leo en Internet, sobre todo en los artículos de opinión y en los blogs. Especialmente me ocurre cuando reviso las tareas de mis alumnos, quienes no desaprovechan la oportunidad de “meter un gol” entregando una tarea que les hizo ChatGPT. Dudar si la tarea la hizo el alumno o una IA era algo impensable hace un par de años; hoy es algo que hay que cuidar. Y lo mismo sucede con prácticamente todos los contenidos de la web, muy especialmente con los escritos (artículos, reportajes, poesía, críticas, líneas de programación, posteos en redes sociales).

 

Hoy en día esto no se puede dar por hecho. Ya hay inteligencias artificiales que escriben y lo hacen tan bien que es muy difícil saber quién lo hizo.

 

La autoría humana, que antes se daba por sentada en cada creación artística o intelectual, ahora hay que comprobarla. Y eso cada vez es más difícil porque no hay herramientas totalmente confiables que detecten si un texto ha sido escrito con IA. De hecho, ya hay IAs que ayudan a detectar escritos con IA (yo uso iThenticate o Turnitin), pero su eficacia es relativa porque las herramientas generativas son cada vez mejores y ya no solo son para redactar textos, también resuelven problemas de ingeniería, con ecuaciones y diagramas. Incluso pueden integrar los errores de escritura o de cálculo que cometería el humano y al imprimir pueden imitar la letra manuscrita (aunque no la presión variable de una mano). Luchar contra eso se vuelve muy difícil, por no hablar de que la eficacia en la detección varía de herramienta a herramienta. Quienes revisamos material intelectual la tenemos complicada.

 

Estamos en un punto en que lo falso no solamente parece real, sino que se comporta igual.


A esto habría que agregar los vicios naturales de la IA: alucinaciones y sesgos que desvirtúan lo que entrega cuando no se le pregunta con cierto cuidado.   Esta incertidumbre debería hacernos cuestionar no solo la información que consumimos sino también sus fuentes. Hay que saber analizar, criticar lo que vemos y leemos en Internet; pero no parece que eso esté ocurriendo en la generalidad: la gente da por hecho que lo generado por una IA está bien y pocos son los que se toman la curiosidad de verificarlo. Ya lo comentaba yo en un posteo pasado sobre los peligros de fiarse de la IA.

Ante esta situación de conocimiento “sintético” de autoría no humana formando parte del corpus del arte y el pensamiento en prácticamente todas las disciplinas, surge una importante serie de preguntas:

¿Qué conocimiento ha de preservarse para el futuro?

¿Solo el que generan los humanos de forma original (cada vez menos) o también el que crean con las IA (cada vez más)?

¿La memoria colectiva de la Humanidad también incluye a sus máquinas?

¿Tendríamos que cuidar el conocimiento generado solo por humanos?

Y si la respuesta es afirmativa (por motivos de registro del conocimiento), ¿cómo evitar que se pierda o quede sepultado bajo toneladas de publicaciones automáticas?

¿Qué debemos preservar de la memoria cultural digital de estos tiempos para las futuras generaciones?

Hay quien dice que se debe de preservar una base sólida de conocimiento 100% humano, en especial el “limpio”, es decir, el anterior a la irrupción masiva de la IA (2023). Hay otros que sostienen que lo que producen las máquinas debe de preservarse con igual atención por ser parte integral de nuestra vida digital e incluso de nuestra historia cultural (yo soy de esta opinión).

Decidir entre lo humano o lo digital no parece ser el camino. El verdadero reto consistirá en construir una memoria que incluya ambos aspectos, porque si ignoramos una de las dos partes, estaríamos dejando fuera un elemento fundamental de lo que realmente está pasando. 

Otro aspecto retador es en dónde preservar esa memoria, habida cuenta de lo efímero que es mucha de esa información, en lo rápido que cambian los formatos digitales y en lo frágiles que son; por no mencionar la cantidad tan enorme de bytes de información (> 400 Tb/día según Wikipedia). Depende totalmente de la electricidad, la información no siempre se respalda, los links se pierden, los emails se borran, las cuentas se cierran, los sitios web se dan de baja. Millones de datos se pierden todos los días sin que nadie lo note. La información digital se crea y se borra a una velocidad vertiginosa.

 

Nuestro mundo ya no está hecho solamente de cosas que podemos palpar, también está hecho de datos y de algoritmos. Y aunque todo eso no se vea, sí deja una marca. Si no empezamos a cuidar ese patrimonio hoy, podríamos perder para siempre una parte enorme de nuestra historia reciente [y de nuestra cultura].

 

¿Cómo se estudiará en un futuro esta etapa de la humanidad si no se sabe con certeza si una fuente, una muestra del conocimiento, sea texto o imagen, fue humana o artificial? ¿Importará acaso para ese entonces? (Wow, esto da para una novela de Isaac Asimov o de Cixin Liu).

Pero como dice Aldo, quizá la pregunta más importante de todo esto no es tanto quién, humano o máquina, escribió qué, sino qué significará eso para la Humanidad (así, con mayúscula) en un futuro. ¿Qué memoria estamos construyendo y dejando para las futuras generaciones? ¿Se podrá preservar lo humano dentro de lo digital? ¿El transhumanismo borrará para entonces esa duda?

 

¿Qué versión de nosotros mismos quedará registrada para quienes vengan después?

 

 


22 de septiembre de 2025

Educar para rendir

 

La educación no es solo formación, es, sobre todo, el cultivo del juicio, del carácter y del criterio.

Desde finales del siglo XIX la escuela prepara personas para producir, pero no para vivir. Las hemos educado para competir, pero no para conversar.

Las universidades actuales ya no garantizan el pensamiento crítico en sus aulas.

Los universitarios están más preocupados por no ser ofendidos que por pensar y confrontar ideas.

El modelo de educación por competencias no favorece el pensamiento crítico. Su enfoque centrado en el mercado laboral limita la formación integral.

Preparamos egresados “competentes” técnicamente, pero frágiles emocionalmente.

No enseñamos a pensar, enseñamos a rendir.

19 de septiembre de 2025

No ofender a los imbéciles

Comparto esta atinada reflexión que le leí a Erika (ExploreCosmos_), una astrofísica canadiense que publica contenidos de astronomía en X-Twitter:


Vivimos en un tiempo extraño. La palabra se ha vuelto frágil, no porque carezca de fuerza, sino porque se mide constantemente con la vara del agravio. El pensamiento libre, el cuestionamiento, la duda, parecen peligros mayores que la ignorancia misma. Y entonces, como advertía Dostoyevski, se castiga al que piensa, no porque mienta, sino porque incomoda.

Es un síntoma de decadencia: cuando la sociedad prefiere la calma de la mediocridad al vértigo de la verdad. Se protege al necio para que no se sienta herido, y en ese gesto se mutila al lúcido, como si la inteligencia fuera un crimen contra la paz superficial.

Nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de ruido, pero tememos el eco de una idea clara. Es más sencillo exigir silencio que enfrentarse al espejo que nos devuelve la palabra honesta. Así, poco a poco, vamos cediendo, entregando terreno a la comodidad, hasta que lo que queda es una sociedad dócil, incapaz de pensar sin pedir permiso.

Y quizá lo más inquietante es que muchos ya lo aceptan. Porque pensar duele, y el dolor es lo primero que el ser humano busca evitar. Pero sin pensamiento, sin la fricción de la diferencia, sin la valentía de incomodar, lo único que nos queda es un vacío disfrazado de paz. Una paz hueca, construida sobre el silencio de lo esencial.

Y así, el ruido lo hacen los que menos tienen que decir.

"La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles".

— Fiodor Dostoyevski.


Todas nuestras madres


Cierra los ojos; descálzate. La tenue luz rojiza del sol resplandece más allá de tus párpados [...] Algo tibio roza tu brazo mientras una mano sujeta la tuya; de alguna manera sabes quién es. Abres los ojos y, bajo un cielo a la vez brillante de sol y pintado de estrellas, tu madre está ante ti [...] Se escucha el sonido leve de unas pisadas y otra mujer se acerca: tu abuela materna. Quizá hablaste con ella la semana pasada, o hace veinte años, o tal vez solo la conocías por fotografías borrosas. Ella une su mano a la de tu madre y después gira la cabeza; por detrás una fila de mujeres unidas por las manos y las miradas se extiende por una llanura infinita.

Tus ojos pierden la cuenta, pero las sientes por centenares, por miles. Los rostos se desdibujan en la distancia, a pesar de que reconoces, de alguna manera, las curvas de las mejillas, los rizos del cabello o el movimiento de la cadera. Más allá la cadena continua hasta fundirse con el horizonte y alzas la mirada hasta la lactea espuma de lo alto [...] Después sientes como si un rayo pasara por 40,000 manos: ciclos infinitos de amor y de pérdida palpitando a través de pechos y huesos durante 500,000 años hasta llegar a tu sangre, a tu corazón. Te mareas, pero la mano de tu madre te sostiene y solo entonces, con ojos parpadeantes, lo entiendes. Desde esta cadena única de linaje materno se extiende una inmensa tracería humana que se entrelaza en los confines del tiempo. Todas están aquí. Siempre han estado aquí.

Somos el legado corporeo de todas nuestras madres.

— Rebecca Wragg Sykes, Neandertales.

8 de septiembre de 2025

Et al. 3171


Un ejemplo más de lo que comentaba en el post anterior sobre las perversiones de las publicaciones científicas:



Ciertamente, en la mayoría de los journals no existe un número máximo de autores permitido en un artículo científico, pero en principio se supone que todas las personas mencionadas como autoras han realizado contribuciones intelectuales significativas al estudio y a la elaboración del artículo. ¿3171 pueden colaborar de manera destacada y aportando algo valioso y diferenciable? 

¿Cómo se hace para citar un trabajo así? ¿Y cómo se cuenta para los rankings individuales de producción científica?

5 de septiembre de 2025

Publicar o morir

 




"Publicar o morir" es un dicho que describe la presión que se vive en el mundo académico para publicar trabajos de investigación de forma continua. De hecho, a los investigadores se les suelen poner cuotas como parte de sus compromisos; dependiendo de su nivel (adjunto, asistente, asociado, titular) se le pueden llegar a pedir, por ejemplo, 6 artículos publicados (no solo aceptados) en revistas de alto impacto (de Q4 a Q1), de investigaciones originales, siendo el primer autor o el de correspondencia; en otros ha de ser con colegas internacionales.

Los investigadores se enfrentan a esta gran presión porque su éxito profesional, incluyendo la obtención de ascensos, la permanencia en un puesto y el financiamiento a su trabajo dependen del volumen de publicaciones en revistas científicas indizadas, de preferencia en Scopus o en Web of Science.

¿Y por qué tanta presión? Porque los rankings que evalúan a las univeresidades (como el QS World University Rankings) dan un alto peso a la investigación, y por ende, afectan la posición de rankeo de la institución, lo que alimenta la necesidad de publicar constantemente. Esta cultura lleva a priorizar la cantidad sobre la calidad y la pertinencia de la investigación en ocasiones se ve empañada con tal de tener algo que publicar.

La presión por publicar en el mundo académico trae consigo muchas perversiones, como la de "si te pago, me publicas", la de hacer muchas revisiones o poner muchos revisores, la de sustraer información de la investigación revisada, la de obligar a citar una referencia o la de atacar al investigador, entre otras.

Si bien es cierto que muchos de los revisores se esfuerzan por hacer bien su trabajo, con exigencia, eficacia y honestidad (lo sé porque lo he vivido), también ocurre que entre esos pares revisores haya gente incompetente, que no pertenece al campio que examinan y que aprovechan la ocasión para obligar al revisado a citar su obra sin venir a cuento para elevar artificialmente su índice de citaciones individuales (como una manera poco ética de proyectar su producción científica). Y esto ocurre en todo tipo de revistas, aun en las Q1 y Q2. El hecho me consta porque ya me tocó ser extorsionado por un editor y por un revisor de una prestigiosa revista alemana de pedagogía en ingeniería.


2 de septiembre de 2025

Jerga juvenil

 

Como dije que decía Adrián Chávez en su libro “Manual del español incorrecto” (comentado en una reflexión anterior), el español es un ente vivo que se transforma constantemente, adaptándose a los cambios de la sociedad y de la cultura. Y como en todo tiempo, son los jóvenes los que adaptan y crean las expresiones que encuentran necesarias para expresarse, para generar identidad o sentido de pertenencia y hasta para que otros no les entiendan. 

Cada generación tiene su propia forma de expresarse, y las generaciones digitales no son la excepción. Y para inventar palabras o códigos, nada mejor que la vida de las redes sociales. ¿Qué significan esas palabras raras o abreviaturas que a veces vemos pasar por Instagram o Whatsapp?

Los adultos (padres y maestros) hacemos un esfuerzo por descifrar palabras, frases y hasta dialectos completos que nos dejan fuera de esas conversaciones, a veces con toda intención. Como yo estoy en ese caso, me he dado a la tarea de interpretarlos y dejarlos en este glosario a manera de un apunte personal para que no se me olviden. Por supuesto, conozco varias, pero hay algunas, como POV, que todavía me cuestan trabajo interpretarlas correctamente en su conexto y otras, como FOMO, que se me hacen absurdas y me dan risa.

Veamos algunos ejemplos:

Si dice/escribe…

Ha de entenderse…

Cancelar

(J. K. Rowling fue cancelada por su opinión de las mujeres trans)

Retirar un apoyo, anular, impedir que alguien tenga presencia o influencia, sobre todo en redes sociales, debido a opiniones consideradas inaceptables. En términos adultos se le llama censura, boicot o marginación.

Cringe

(Eso da cringe)

Pena ajena, incomodidad personal ante una situación vergonzosa o ridícula de otro.

Crush

(Mi crush, su crush)

Se refiere a la persona que le gusta o de la que está enamorado/a, pero sin ser su pareja sentimental; algo así como un amor platónico.

CU46

(CU46 después de la última clase)

Abreviación de “see you for sex”, o sea “ir a ver Netflix” … una invitación o petición para tener sexo consensuado.

Demasiado

(Esa morra me gusta demasiado)

Sinónimo mal aplicado de mucho o abundante.

Fail

(La presentación de clase fue todo un fail)

Destaca un error o un fracaso que por evidente resulta trágico o cómico.

Flexear

(Anda flexeando su reloj)

Presumir objetos o logros en redes sociales.

Flow

(Nina tiene flow!)

Se enfoca en la actitud y el comportamiento de alguien que se considera auténtico o elegante.

FOMO

(Me dio FOMO ver las fotos de la fiesta)

Acrónimo de "Fear Of Missing Out”. Sentimiento de ansiedad por no participar en eventos gratificantes que otros están viviendo y reportando en las redes sociales.

Funar

(La diputada acabó funadísima)

Señalar, exponer públicamente a una persona por algún comportamiento considerado indebido o reprobable.

Ghosting

(Me hizo ghosting en el chat)

Ignorar deliberadamente a alguien, en especial en conversaciones digitales.

Hater

(Soy un hater del reguetón)

Persona de crítica hostil hacia algo o alguien.

Hype

(El hype por la nueva canción de Taylor Swift)

Expectativa extrema por la aparición de un producto o la realización de un evento.

Literal

(Literal, me muero de hambre)

Adverbio intensificador usado para enfatizar un adjetivo, verbo o adverbio.

LOL

(El perro se comió mi cena, LOL)

Acrónimo de “Laughing Out Loud”, es decir, reír a carcajadas por algo divertido, sorprendente o irónico.

Posturear

(Hace Tiktoks para posturear sus tenis de Chanel)

Alardear, aparentar.

POV

(POV: te equivocas de día para entregar la tarea)

Acrónimo de “Point Of View”, usado para describir una situación o un punto de vista desde quien lo está viviendo.

Random

(El plan prometía, pero fue random)

Palabra comodín para expresar indiferencia, que algo no convence o para referirse a alguien cualquiera.

Stalkear

(Stalkeó el Insta de su crush hasta 5 años atrás)

Espiar o acosar a alguien en las redes sociales

Swang

(Robeto demostró su swang en el pitch)

Hace referencia al estilo de seguridad personal y/o a la apariencia física de alguien en cuestiones de moda y vestir.

YOLO

(Voy a comerme el décimo taco al pastor, YOLO!)

Acrónimo de “You Only Live Once”, usado para enfatizar la idea de disfrutar el momento presente, sobre todo cuando se cometen acciones arriesgadas o espontáneas.