Coincido con la apreciación del
profesor García Ull, de la Universidad Europea de Valencia, recientemente
publicada en México en el diario El Economista: los jóvenes nacidos en los
entornos digitales del siglo XXI (conocidos generacionalmente como los centennials)
no tienen buenas competencias digitales. Casi todos ellos han crecido rodeados
de tecnología, pero eso no garantiza que posean las habilidades digitales
necesarias para un uso efectivo (ya no digamos crítico). Me consta, porque me
ha tocado dar clases en los primeros semestres de ingeniería.
Tales competencias no son
innatas a estas generaciones, como asume de manera errónea la mayoría de la
gente que sigue tragándose entero el mito del “nativo digital”. En especial los
progenitores de estas criaturas, a quienes desde los 2 años les dieron un
dispositivo móvil para tenerlas entretenidas y que no dieran la lata, y que
ahora las ven pasarse todo el santo día en las redes sociales, los videos de
TikTok, las apps o jugando en línea.
Pero aquí hay una confusión
grave: aunque estos jóvenes tienen mucha familiaridad con dispositivos como
teléfonos inteligentes, tabletas o computadoras, su dominio a menudo se
limita al uso cotidiano y de ocio, y no para el aprendizaje o el desarrollo
de competencias laborales.
¡La frecuencia de uso
de una plataforma digital no es una habilidad, señores!
Como señala la profesora Noemí
Vilchis, del Tec de Monterrey, las tecnologías para vivir una vida agradable no
tienen los mismos propósitos de uso que las tecnologías para el aprendizaje y
el trabajo profesional.
No existen los “nativos
digitales”. Ningún estudio educativo, sociológico o psicológico ha podido
demostrar que quienes se iniciaron en la vida con las herramientas digitales tengan
un entendimiento innato de las mismas (sorry, Prensky!). Por el contrario, sí
hay investigaciones científicas que han podido comprobar, por ejemplo, el
trabajo que les cuesta a los centennials el hacer una búsqueda correcta en
línea y seleccionar información que sea veraz y de fuentes confiables. Tampoco
les va bien con la programación, la creación de contenidos, la resolución de
problemas, el buen uso de Excel o la seguridad digital.
La realidad muestra que existe
una brecha entre la familiaridad con que se manejan los dispositivos electrónicos
y las habilidades funcionales requeridas para su uso provechoso, por no hablar
del entendimiento de su funcionamiento. Lo preocupante está en que la mayoría
de estos jóvenes se cree ser un experto en tecnología.
De acuerdo a un estudio comisionado
por Microsoft, para los centennials saber computación se limita a
cuestiones como escribir en Word, ayudar a sus padres cuando usan la
computadora, saber qué hacer cuando se bloquea la pantalla de la PC, saber
mover el mouse, entre otras respuestas relacionadas con el funcionamiento
básico de una computadora. También se identificó una falta de compresión sobre
qué es programación y, en general, sobre los fundamentos de la computación
pues, para muchos, la programación se reduce a tareas básicas como saber
navegar en Internet para hacer sus tareas.
En resumen, nuestros jóvenes en
general no cuentan con las competencias necesarias para hacer un
uso seguro, reflexivo, crítico y creativo de la tecnología digital que tanto
emplean cotidianamente para su esparcimiento. Se requiere una alfabetización
digital más comprometida, por parte de padres y profesores. Una que vaya más
allá del simple uso de herramientas y abarque competencias superiores como el
análisis crítico de la información en línea, la creación de contenido digital,
la gestión de datos y la ciberseguridad.
La premisa de los “nativos digitales” minimiza la intención de comprender la conexión de la juventud con la tecnología. Definir a los estudiantes como “aprendices digitales” los coloca al centro de la educación, en lugar de encasillarles en propiedades predefinidas y estandarizar el aprendizaje.
– Nomeí Vilchis
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