lunes, 11 de diciembre de 2017

El lenguaje y la lenguaja




He advertido que cuando hay dos palabras para diferenciar al hombre de la mujer, como poeta y poetisa, líder o lideresa, las mujeres por lo general prefieren que haya una sola en aras de la igualdad; y cuando hay una sola, como jefe o juez, también por lo general prefieren que haya dos en aras de la diferencia”.
Gonzalo Celorio

En México ahora el 30 de abril se celebra  “El día del niño y la niña”… Yo lo conocía como “Día del niño” nada más pero parece que en estos tiempos de lo políticamente correcto, la definición clásica hace sentir agraviada al componente femenino (¿debería decir “la componente”?) de la niñez mexicana.
Actualmente existe una gran presión en los medios de comunicación, en las redes sociales y muy especialmente en la política, para dejar de usar determinadas palabras que se piensa que llevan una carga despectiva, racista o que violan los derechos de alguna minoría; a cambio se exige el empleo de un léxico neutro y de eufemismos decorosos. En consecuencia, los cojos ahora son “personas con capacidades diferentes”, los negros ahora son “afroamericanos”, o mejor aún “miembros de la diáspora africana”, los homosexuales son “gays”, los padrastros son “padres no biológicos”, los enanos “gente pequeña” y los desempleados están en “cese temporal por conveniencia”.
La perspectiva de género es la que da más quehacer a la manipulación lingüística de los que se preocupan por no ofender el pundonor femenino respecto a sus derechos civiles… y a la Real Academia Española (RAE). ¿Quién no recuerda a Vicente Fox dirigiéndose en sus discursos a los “mexicanos y mexicanas”, a los “chiquillos y chiquillas”? Y en la radio en estos días, ¿no oímos constantemente la propaganda de la “Cámara de Diputados y Diputadas”? Un hombre casado ya no puede referirse a su esposa como “su mujer” y en una fábrica, los líderes hablan de “los trabajadores y trabajadoras que están comprometidos y comprometidas” con la producción. Ya no es bien visto hablar del Hombre, sino de la Humanidad. Ya hasta hay manuales del uso recomendado del femenino destinados a evitar el sexismo en el lenguaje. Es la revancha del feminismo de la reconciliación.
El feminismo políticamente correcto da pie a absurdos como le sucedió a la escritora Eve Ensler, quién nunca se imaginó que una representación de su famosa obra “Los monólogos de la vagina”, interpretada cientos de veces por miles de artistas alrededor del mundo, sería cancelada en un colegio de mujeres por considerarse ofensiva contra las “mujeres sin vagina”…
Para la RAE el masculino gramatical no sólo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos, algo que no entraña discriminación alguna sino que responde al mecanismo común a todos los idiomas de economizar en la expresión del lenguaje. En 2012 esta benemérita institución emitió un comunicado titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” para condenar el uso y el abuso de los latiguillos lingüísticos que buscan darle su lugar al género femenino: todos y todas, ciudadanos y ciudadanas, jueces y juezas. El informe defiende el uso genérico del masculino para designar a grupos compuestos de hombres y mujeres como una característica básica del sistema gramatical del español. Con este reporte, si bien la RAE no puede poner freno, al menos marca un límite a un modo de expresarse que considera artificial y que fuerza las estructuras lingüísticas del idioma.
Como puede verse, se trata de una situación complicada. Los eufemismos son un recurso retórico para evitar la discriminación o el racismo cuyo uso parece irresistible para políticos, líderes sindicales, comunicólogos, autoridades educativas, publicistas, derivados y conexos que buscan quedar bien con todo el mundo a como dé lugar. Pero este esfuerzo llega a resultar ridículo, impuesto por restricciones sociales y políticas y, en muchas ocasiones, con total falta de sentido común. Terminemos con otra brillante frase de Gonzalo Celorio a propósito de los embrollos que causan los problemas de género por querer ser políticamente correcto:
Un proverbio tan sencillo como «el perro es el mejor amigo del hombre», ahora para hacerlo políticamente correcto tendría que enunciarse, en detrimento de su eficacia, como «la perra y el perro son la mejor amiga y el mejor amigo de la mujer y del hombre, indistinta y no siempre respectivamente».

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