sábado, 21 de octubre de 2017

Un reencuentro con la metalurgia




Estando de congreso académico en Monterrey nos invitaron a participar en unas visitas empresariales. La mayoría de mis alumnos -y yo mismo- estábamos anotados para ir a Wirhpool, pero para esa visita pasó como en los aviones gringos: sobrevendieron el vuelo y hubo que reubicar a algunos pasajeros… lo que significa que los de mi grupo tuvimos que buscarnos otra empresa porque ya no había cupo para nosotros. Yo me entusiasmé por HyLSA (ahora Ternium porque ya la compró esta empresa), pero ninguno de mis estudiantes quiso ir allí y para cuando me quise anotar a la visita de ellos para acompañarlos (una planta que hace capacitores y resistencias), de nuevo ya no alcancé lugar… así que me fui yo solo a HyLSA, con un grupo estudiantes desconocidos que, como yo, ya no habían conseguido sitio en otras salidas.
¿Y saben qué? Que fue lo mejor de todo el viaje para mí. Nunca imaginé que en el marco de un evento mecatrónico pudiera tener la oportunidad de ir a una empresa metalúrgica de tan firme tradición. Fue increíble. Regresar a ver una siderúrgica y una laminadora me removió mis fibras metalúrgicas más hondas. Mientras estaba frente al horno eléctrico de arco con sus atronadores chorro mil watts de potencia (la cuarta parte del consumo de energía eléctrica de todo Monterrey lo representa esta planta) mi sonrisa no cabía en mi cara… y luego cuando presencié el vaciado del acero líquido a la olla de colada mi pulso se aceleró de la emoción y las manos comenzaron a sudarme… ¡wow! Era como si estuviera de regreso en la siderúrgica de Puebla donde trabajé un tiempo… estar en la nave de techos enormes, respirar esos fuertes aromas, el sabor a fierro en la boca, el ruido, el calor… ¿qué les puedo decir? Para todo hay gente en este mundo.
Nos llevaron por varios pasadizos hasta la plataforma de colada continua y ahí, a petición mía, bajamos “al infierno” que es como le llaman a la salida de la colada, por donde va pasando el metal recién solidificado y todavía a temperatura de unos 1300°C… ¡eso es calor! El sentir cómo una delgada película de la piel se te reseca y se hace como papel… y cómo hasta los lentes de contacto se te resecan y opacan dentro de los ojos conforme sube el calor  infernal cargado de los vapores hirvientes del agua que se usa para enfriar y que se evapora al contacto con la plancha de acero incandescente… Por supuesto, sólo el ingeniero-guía (un metalurgista de la Universidad de Nuevo León) y yo compartimos el gusto por la sensación de pasar por ahí… de entender lo que significaba en términos de proceso y de tecnología…los demás -sobre todo las demás– sólo chillaron y se quejaron (creo que eran estudiantes del área de negocios, jajaja).
Los enormes castillos de laminación rodando furiosamente para hacer del planchón de colada una lámina de acero de un dedo de espesor me dejaron sin habla. A la salida de la nave, los rollotes de lámina estaban enfriándose lentamente, todavía a 600°C, en espera de la inspección de control de calidad. Sólo yo me acerqué para verlos bien.
¿Qué les puedo decir?
Fue una experiencia increíble de reencuentro conmigo mismo, con lo que me gusta dentro de la ingeniería… con mi vocación de metalurgista. Fue lo más padre de todo este viaje. Incluso me movió el tapete, porque ya de regreso en el autobús, mientras nos sumergíamos en el tráfico regiomontano, mi mente empezó a hacerse de esas preguntas trascendentales -y a veces traicioneras-: ¿qué rayos estoy haciendo yo en mecatrónica?,  ¿si tanto me gusta la metalurgia, por qué no regreso a ella?, y así por el estilo… Afortunadamente, las respuestas llegaron pronto (como dijera Felipito el de Mafalda, “estas preguntas mientras más pronto nos las saquemos de encima, mejor“). Lo observado en la planta me permitió apreciar la simbiosis de disciplinas, pues muchas partes de los procesos están altamente  automatizadas, como el cambio de rodillos en los castillos de laminación: un proceso que antes llevaba algunas horas y mucha mano de obra y que hoy se hace en sólo 8 minutos… definitivamente,  la metalurgia y la mecatrónica pueden ir de la mano. La cosa es buscarle el maridaje…

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