En la Sociedad de la Información adquieren gran relevancia los activos intangibles debido a que se reconocen como formas de valor que potencian una economía basada en el uso de las ideas y en la aplicación de la tecnología (Lozano y Burgos, 2007). La característica más sobresaliente de esta sociedad es, precisamente, la de estar articulada alrededor de la tecnología, tanto en lo económico, como en lo doméstico o lo social. En esta sociedad del conocimiento las tecnologías de la informática, las telecomunicaciones y los multimedia marcan la pauta de su impulso. Ahora, la información, el conocimiento y la comunicación se han convertido en fuente de productividad, de riqueza y de poder. Los cambios que está provocando la globalización informática no sólo son económicos, políticos o mediáticos, sino también organizacionales, culturales, sociales y personales. Por ello es que se le considera una revolución.
Estos cambios influyen de manera directa en los planteamientos educativos, los cuales exigen adecuaciones de las prácticas docentes para poder mantenerse vigentes. Dentro de este contexto, la educación no es ajena a estos cambios y se ve afectada en todos sus niveles, tanto en la práctica docente en el aula, como en las estrategias y macroprocesos de las instituciones y de los elementos reguladores, los cuales no siempre van al mismo ritmo al que las demandas de la sociedad lo exigen. Por ello, Fullan (2002) recomienda que la manera de adaptarse a las sociedades dinámicas es desarrollando una capacidad de aprendizaje tanto interna como externa, con el fin de crear y recrear patrones coherentes. El cambio es la constante y la innovación es la regla.
Innovar en el ámbito educativo significa incorporar elementos nuevos o nuevas formas de usarlos, modificando con ello el proceso enseñanza-aprendizaje, creando nuevas metodologías de enseñanza, materiales didácticos o medios utilizados. Es de esperarse que la innovación educativa cambie un sistema para mejorarlo y, con ello, se mejore el alcance de sus metas educativas, pues como señalan Altopiedi y Murillo (2010), toda innovación supone un cambio cuyo objetivo implica una mejora en la calidad de algo, pero no todo cambio implica necesariamente una innovación.
Hoy en día podemos entender a la tecnología educativa como el medio para proporcionar una mayor diversidad de canales de comunicación y de aprendizaje para el alumno. Adicional a la instrucción presencial se avizoran materiales multimedia, cursos en línea vía satélite y por Internet que permitirán llevar la educación a regiones remotas o a personas con dificultades para acceder a los centros educativos. La flexibilidad de tiempo y lugar para acceder a los contenidos en cualquier momento y desde cualquier lugar, la liberación de los formatos calendarizados y se volverá relevante la capacidad de trabajar en grupos remotos, con alumnos de diferentes regiones de un país o incluso del mundo (Lozano y Burgos, 2007).
¿Cuál es el valor de las TIC en la enseñanza universitaria? Para Rodríguez (2011), De la Serna (2011), Blázquez (2001) y para Marquès (1999) sólo son recursos que por sí mismos no aportan gran cosa al proceso de enseñanza-aprendizaje. Para conseguir un adecuado aprovechamiento de las TIC, éstas deben incorporarse como un elemento que moviliza el profesor para crear un entorno propicio al aprendizaje y favorecer con ello el desarrollo de modalidades educativas con una mejor adaptación a las necesidades de los estudiantes. Pero incrementar la comprensión de los recursos TIC y acrecentar sus capacidades de uso, tanto de docentes como de alumnos, implica dirigir primero la atención a los dominios de aprendizaje de dichas tecnologías.
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