"Muchas cosas han cambiado en los últimos 15 años: pasamos, de depender casi exclusivamente de Word, a trabajar en la nube con Google Drive y herramientas colaborativas en tiempo real. Plataformas como Coursera o Duolingo apenas estaban naciendo, por lo cual la idea de tomar un curso universitario en línea era inimaginable. Los asistentes virtuales aún no existían, entonces no se podía acudir a Siri, que se anunció en 2011; o a Alexa, que salió al mercado en 2014; no era opción. Era impensable imaginar lo que hoy en día es tan común: convivir con múltiples inteligencias artificiales generativas como ChatGPT.
"La conectividad móvil pasó de 3G a 5G, no había "influencers" como se conocen hoy en día. En las redes sociales, el cambio ha sido radical: en 2010 veías en Facebook lo que posteaban tus conocidos, en orden cronológico. Con el tiempo, el algoritmo se hizo más complejo, la prioridad no era la cercanía que tenías con alguien o el tiempo donde se publicaron las cosas, sino las interacciones.
"Hoy en día, el feed es un producto de inteligencia artificial y aprendizaje automático, que analiza miles de señales al mismo tiempo. Esto significa que lo que aparece en tu feed ya no es tanto lo que suben tus conocidos, sino lo que la máquina predice que te enganchará más: publicaciones virales, reels, grupos, anuncios, etc. El objetivo ya no es que sigas la vida de tus amigos, sino que te quedes más tiempo en la aplicación.
"¿Y qué tal en el mundo educativo? Porque esta área también ha tenido un cambio impresionante. En 2010, la mayoría de las universidades seguían un modelo tradicional, es decir, centrado en el profesor, con clases presenciales, planes rígidos y plataformas como Blackboard para organizar tareas y materiales. El aprendizaje en línea era todavía limitado y poco reconocido.
"Ahora, en cambio, hablamos de un modelo mucho más flexible, digital e interdisciplinario. Las clases ya no se limitan a escuchar al profesor, sino que giran alrededor de retos reales, proyectos colaborativos y experiencias internacionales. El aprendizaje híbrido y en línea se consolidó después de la pandemia, y LMS o Sistema de Gestión del Aprendizaje (del inglés Learning Management System) como Canvas reemplazaron a Blackboard, integrando recursos digitales, colaboración en tiempo real y acceso desde cualquier dispositivo.
"Casi diez años después, decidí regresar a clases en un contexto radicalmente distinto. El mundo académico y la sociedad ya no se parecen a los que conocí como estudiante de licenciatura. Ahora convivo con Canvas en lugar de Blackboard, con clases totalmente en línea y con la presencia cotidiana de inteligencias artificiales como ChatGPT.
"Durante la carrera, los libros que utilizaba para mis clases todos eran impresos; ahora no he tenido un solo libro en papel durante mis dos años de maestría. Todas mis clases han sido exclusivamente en línea, al igual que los trabajos grupales. Y claro, esto es de esperarse, ya que es mayormente asíncrona, excepto por las pocas clases sincrónicas vía Zoom.
"Hay cosas que son muy similares: mucha lectura, compañeros que no hacen nada, la manera de evaluar, y otras que me resultaron difíciles de creer, como incluir respuestas de ChatGPT. Sinceramente, poco me esperaba del impacto que tendría la IA en mi experiencia como estudiante.
"Al inicio veía esta tecnología como enemiga; constantemente escuchaba cómo iba a remplazar mi profesión (una discusión para otro día), así que me negaba a usarla. Poco a poco, tuve que sucumbir e ir usándola. Primero pidiéndole definiciones que me ponían de tarea, luego para que me diera sinónimos o simplificara textos. Como tengo dislexia, muchas veces batallo mucho en comprender textos con palabras muy complicadas, entonces poder buscar apoyo fue de gran ayuda. Y antes de que me diera cuenta, cada vez recurría más a la IA en lugar de Google para buscar respuestas.
"Donde ha sido más útil la IA ha sido en la elaboración de mi tesis. Empezando por el marco teórico, utilice la aplicación de Logically que es un gestor de referencias que te permite trabajar activamente sobre un documento, además de ser asistente de escritura y buscador académico con inteligencia artificial, integrando modelos como GPT-4 y Claude. Aquí pude fácilmente ver si mis fuentes estaban indexadas, organizarlas e incluso preguntarle al chat que me hiciera resúmenes de las lecturas en caso de ser necesario.
"También utilicé mucho NotebookLM un asistente de investigación impulsado por IA de Google que te permite cargar tus documentos, organizarlos, interactuar con ellos, y recibir resúmenes, guías, timelines y hasta te crea pódcast basados en el contenido que provees. En mi caso, teniendo 50 fuentes en mi marco teórico, constantemente olvidaba quien había dicho qué, entonces le podía preguntar a ChatGPT, por ejemplo, sobre el uso de las pantallas en niños de cuatro a seis años y me daba un resumen con las referencias donde sacó la información, así podía yo acceder la lectura y buscar la cita textual.
"Hoy en día, honestamente, es muy fácil no leer los textos y pedirle a la IA que te haga un resumen. Tristemente, admito que he utilizado este método cuando no me alcanzó el tiempo para leer algo. Se vuelve opcional realmente realizar esa lectura porque hay una alternativa mucho más sencilla que en segundos te da la respuesta. Y eso es lo que más ha cambiado, mi determinación como estudiante de hacer las cosas bien. Antes era, o leíste, o no leíste, ahora es: o leíste tú, o leyó ChatGPT.
"Está comprobado que aquellos estudiantes que dependen más de estas herramientas tienden a delegar procesos cognitivos como el análisis profundo y la evaluación crítica. Además, investigaciones realizadas por el MIT muestran que estudiantes asistidos por IA presentan menor activación neuronal, especialmente en redes alfa y beta relacionadas con la atención, memoria y planificación. Estos tienen más dificultades para recordar lo escrito o citar correctamente sus propios ensayos.
"Por otra parte, investigadores del MIT, Cornell y Santa Clara observaron que los trabajos generados con IA tienden a ser estandarizados, menos creativos, con menor voz individual. Esto puede debilitar la diversidad cultural, la creatividad y la confianza intelectual, sugiriendo que el uso desmedido de IA podría reconfigurar normas cognitivas a nivel social.
"Antes, al ver este tipo de investigaciones, solo pensaba: «qué flojos son los estudiantes que utilizan estas herramientas», pero después de volver a ser estudiante es que me doy cuenta de que va más allá de eso. No es ser solamente perezoso, es la accesibilidad y la facilidad. Por ejemplo, tuve que leer cinco textos en la segunda semana de clases que me tomaron entre seis a ocho horas porque subrayé y tomé notas. Esto lo pudo hacer ChatGPT por mí en minutos y así yo pude haber tenido más tiempo para mi hobby, tejer.
"Tal vez el cambio más grande de 2015 a 2025 no esté en las plataformas ni en los algoritmos, sino en las decisiones que tomamos los estudiantes. Aprender ya no consiste en acumular información, sino en discernir cuándo apoyarnos en la IA y cuándo atrevernos a pensar por nosotros mismos.
"Hace diez años, el reto era entregar a tiempo un ensayo, sobrevivir a Blackboard y rezar para que no se acabara la tinta de la impresora. Hoy, el desafío es muy distinto: resistir el impulso de que la IA lo haga todo. Entre la flojera y la facilidad hay una línea muy delgada, y cruzarla no significa aprender menos, sino aprender de otra manera. Al final, la pregunta sigue siendo la misma que hace una década, pero con nuevas palabras: ¿qué tipo de estudiantes queremos ser en 2025 y en los años que vienen?"
Publicado originalmente en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey.
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