21 de noviembre de 2025

Los beneficios de aburrirse (II)


Imagen: Freepik


Los que no saben soñar son más propensos al aburrimiento

 Charles Langbrindge Morgan

 

Hoy en día es común ver a niños y adolescentes frente a su teléfono o tableta para evitar que se aburran o que den la lata. Empero, esta solución práctica de los padres digitales está creando un problema profundo: la desaparición del aburrimiento como experiencia cotidiana. Como advierte Writer’s Digest, “estamos criando a una generación que nunca ha conocido el verdadero aburrimiento, esa picazón enloquecedora de una tarde vacía que solo se calma creando algo nuevo”.

El aburrimiento ha sido históricamente un motor de creatividad. Cuando no había distractores digitales, los niños inventaban juegos, historias, dibujaban o simplemente buscaban una manera de entretenerse, dentro o fuera de casa. Hoy, en cambio, el acceso constante a pantallas ha reducido estos espacios de imaginación y reflexión. La pregunta es inevitable: ¿qué pasa con la creatividad infantil cuando nunca permitimos que nuestros hijos se aburran?

Lejos de ser una pérdida de tiempo, el aburrimiento es un estado que empuja al cerebro a buscar estímulos, soluciones y nuevas formas de exploración. El aburrimiento, según la psicóloga clínica Jennifer Delgado, ayuda a los niños y adolescentes a desarrollar una resiliencia emocional que les será de utilidad en la vida adulta. En un artículo publicado en la revista Children & Screens, se dice que es un estado que impulsa a imaginar escenarios alternos y nuevas metas, lo que desarrolla el pensamiento divergente, clave para la innovación y la resolución de problemas complejos.

Pasar mucho tiempo ante las pantallas afecta la capacidad de las infancias para resolver problemas de forma creativa ya que reduce la experiencia práctica en ese campo y limita el tiempo libre para pensar, explorar con la imaginación o crear cosas con las manos. Cada que se entrega un dispositivo a un niño para tenerlo quieto, se corre el riesgo de condenar su capacidad para descubrir cosas nuevas y resolver situaciones fuera de las pantallas.

Aunque pareciera que la cosa es al revés, que las pantallas ofrecen un océano de posibilidades de entretenimiento, aprendizaje y conexión social, éstas se consumen de manera pasiva y estructurada. Muchos videojuegos tienen reglas definidas, mientras que los videos de YouTube muestran una secuencia predeterminada y las redes sociales están diseñadas para retener la atención, lo que significa que queda poco espacio para la creación espontánea.

Por supuesto, la tecnología también puede inspirar. El pintor Timothy Lai, por ejemplo, explica cómo usa tableros digitales para organizar sus ideas y explorar temas recurrentes. Además, las aplicaciones educativas, la narración digital y la realidad aumentada pueden ser aliadas si se usan con intencionalidad pedagógica. El desafío está en encontrar un equilibrio: aprovechar lo mejor de lo digital sin que sustituya la experiencia del aburrimiento y la creación propia.

La clave está en distinguir entre distracción útil e inútil. Soñar despierto puede ser una forma constructiva de divagación mental que conduce a la incubación de ideas. Por el contrario, el desplazamiento interminable en redes sociales suele fragmentar la atención y generar fatiga cognitiva.

 

Aunque parezca raro, los expertos sugieren reservar tiempo libre para aburrirse.

 

Negarle a las infancias la posibilidad de aburrirse no es un asunto menor, pues el aburrimiento cumple una función estructural en el desarrollo. Al eliminarlo mediante la hiperestimulación digital, se empobrece no solo la experiencia cotidiana, sino dimensiones críticas del crecimiento infantil.

Aburrirse es parte del entrenamiento para la vida, ya que favorece la comunicación, fortalece la autorregulación, enriquece la imaginación y protege la salud mental. Privar a niños y adolescentes de ese recurso natural implica limitar su capacidad para desarrollar herramientas esenciales en un mundo cada vez más complejo. Como explica el terapeuta Kent Toussaint: “El aburrimiento es la semilla de la creatividad, pero cuando lo evitamos todo el tiempo, los niños nunca necesitan crear, aprender una habilidad o hacer amigos”.

El aburrimiento no es un enemigo a erradicar, sino un recurso pedagógico y emocional a recuperar. En medio de la saturación digital, permitirnos y permitir a las infancias habitar esos vacíos creativos pueden ser la clave para formar generaciones más resilientes, imaginativas y capaces de enfrentar un mundo en constante cambio.


Fuente: Delgado, P. (2025, octubre). El arte perdido del aburrimiento: cómo el tiempo frente a la pantalla está matando la creatividad, Edu Newshttps://observatorio.tec.mx/edu-news/

19 de noviembre de 2025

Los beneficios de aburrirse (I)

 

Imagen: Freepik


Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor.

Bertrand Russell

 

En la sociedad contemporánea, que enaltece la productividad y el estar siempre haciendo algo, se ve al aburrimiento como algo malo que ha de evitarse, sobre todo en los niños y jóvenes. Sin embargo, la historia nos enseña que el aburrimiento no es nada negativo, al revés, es una valiosa oportunidad para pensar, reflexionar en las cosas de la vida y hasta hallar inspiración para resolver problemas o inventar cosas. Es una oportunidad para la espontaneidad y la intuición, dos elementos claves de la creatividad.

Cuando sentimos aburrimiento, nuestra mente busca nuevas maneras de entretenimiento y estimulación. Este proceso nos motiva a investigar ideas, pensamientos y acciones que normalmente no consideraríamos. Situaciones como estas permiten que nuestra imaginación florezca, brindándonos la oportunidad de hallar soluciones innovadoras a los problemas, descubrir nuevos intereses y encontrar distintas formas de expresión artística. El aburrimiento nos ofrece un espacio mental vacío donde podemos conectar ideas que parecen no tener relación, favoreciendo así el surgimiento de conceptos originales y creativos.

De igual manera, cuando estamos aburridos, tenemos tiempo para reflexionar sobre nuestras vidas y sobre nuestro mundo interior. El aburrimiento nos brinda la oportunidad de desconectarnos de las distracciones externas y conectarnos con nuestros pensamientos, sentimientos y metas personales. Al tomarnos el tiempo para pensar, podemos evaluar nuestras decisiones, identificar oportunidades de mejora y desarrollar un sentido más profundo de nosotros mismos. Estas reflexiones pueden ser especialmente valiosas en un mundo que cambia rápidamente, donde a menudo estamos atrapados en la rutina y la superficialidad. Al permitirnos momentos de aburrimiento, le damos a nuestra mente el espacio que necesita para explorar las experiencias pasadas, nuestras acciones y las metas futuras. El autoanálisis nos ayuda a comprender mejor quiénes somos, qué queremos y qué cambios podemos hacer en nuestra vida para lograr una mayor felicidad y bienestar.

Asimismo, cuando nos sentimos aburridos buscamos una tarea que nos entretenga, es decir, buscamos un estímulo para nuestra mente, lo que ayuda a nuestra capacidad de atención y concentración. Cuando desarrollamos la capacidad de mantenernos enfocados en una tarea o actividad, a pesar de que pueda ser aburrida, podemos mejorar nuestra capacidad para mantenernos enfocados, lo cual es siempre beneficioso, tanto en el trabajo como en la escuela.

Y por si esto fuera poco, al aprender a tolerar y aceptar el aburrimiento, aprendemos a desarrollar nuestra resiliencia emocional, a manejar la frustración, la incomodidad y a no depender constantemente de la gratificación instantánea. Como resultado, nos volvemos más capaces de lidiar con el estrés, la ansiedad y otras emociones difíciles en la vida diaria.

Así pues, el aburrimiento nos permite salir de nuestra zona de confort y estar más abiertos a las posibilidades que nos ofrece la vida. Cuando no estamos constantemente ocupados, tenemos más libertad para perseguir nuestra curiosidad e intereses. La apertura a la espontaneidad y la intuición puede conducir a una experiencia enriquecedora y a la creación de conexiones humanas más profundas.

Apuntes sobre el texto Las ventajas del aburrimiento, de la psicóloga Lucía Ongil, del Instituto SINEWS, España.


4 de noviembre de 2025

Networking universitario

 


Las universidades mejor rankeadas de México (como la UNAM, el Tec de Monterrey o el ITAM) tienen un impacto significativo en las relaciones profesionales de sus alumnos y graduados, no solo a través de la formación académica, que suele ser bastante buena, sino también al actuar como plataforma para establecer contactos sociales valiosos y duraderos. Estudiar en una de estas instituciones puede facilitar la creación de una red de relaciones personales provechosas en lo social y lo profesional que pueden impulsar de manera beneficiosa la carrera de un egresado.

Al atraer predominantemente a estudiantes de entornos socioeconómicos solventes y a alumnos becados de alto potencial, en estas universidades se crean redes de contactos (networking) que pueden incluir a futuros líderes empresariales y políticos. Lazos que se enriquecen con las sociedades de exalumnos, que en estas instituciones suelen ser muy sólidas y activas, brindando un apoyo que se extiende mucho más allá del campo profesional o de la graduación, brindando oportunidades de interactuar de cerca con expertos y profesionales de renombre, lo que trae consigo oportunidades únicas de orientación y conexiones profesionales valiosas.

Recuérdese como ejemplo notorio el caso del presidente Miguel Alemán, quien durante su etapa universitaria construyó una red de relaciones que con el tiempo se conocería como el “Grupo de la Universidad”, que fue fundamental para el ascenso político y económico de sus integrantes, como Manuel Gual Vidal (creador del INBAL), Ramón Beteta (figura clave del “milagro mexicano”) o Antonio Carrillo Flores (impulsor de la economía). La UNAM lleva tiempo siendo el centro de la formación de las élites políticas, así como el ITAM lo es para las económicas y el Tec de Monterrey para las empresariales.

Y aunque el mundo laboral es cada vez más competitivo y feroz, el hecho de graduarse de una de estas universidades puede aumentar la credibilidad y la visibilidad profesional de una persona. El prestigio de la institución ayuda a abrir puertas y a facilitar el acceso a eventos y comunidades que no están al alcance de todo el mundo. Además, estas universidades mantienen vínculos estrechos con empresarios y líderes de los sectores productivo, financiero, de negocios o de tecnología, lo que se traduce en oportunidades y ofertas exclusivas para sus estudiantes y egresados.

Aunque estudiar en una universidad altamente rankeada ofrece muchas ventajas para el posicionamiento social y profesional, es importante hacer notar que por sí solas dichas ventajas no garantizan el éxito, pues éste depende igualmente –y en la misma medida- del esfuerzo individual y las habilidades personales del graduado. El “networking” estriba también en la capacidad de la persona para construir y mantener relaciones sociales significativas. ¿Cómo? Participando en ferias, conferencias, reuniones con exalumnos, y sobre todo, colaborando en proyectos: ofrecer ayuda y conocimientos retribuye fortaleciendo las relaciones, generando confianza y facilitando el acceso a oportunidades cada vez mejores.

Este aspecto de las redes de influencia no siempre suele ser tomado en cuenta al momento de escoger universidad. Cuando un joven tiene que tomar esta decisión, generalmente privilegia factores personales (interés, vocación, ambiente), académicos (oferta, modalidad, calidad, reputación) y financieros (costos, becas, proyección laboral). Los padres de familia de nivel socioeconómico solvente pueden pagar las universidades mejor rankeadas (frecuentemente son en las que ellos mismos estudiaron), no solo por cuestiones de nivel educativo, sino por las posibilidades laborales para sus hijos, que incluyen las redes profesionales que ellos mismos ya han tenido la experiencia de aprovechar. Pero un progenitor que no ha tenido esta vivencia difícilmente podrá tomarla en cuenta al aconsejar a su hijo.

El networking profesional en la universidad es crucial para el desarrollo de una carrera, ya que permite construir relaciones que abren puertas laborales, promueven el crecimiento personal y profesional, y facilitan el acceso a recursos y oportunidades que no están al alcance de todos.


30 de octubre de 2025

Que te mantenga el gobierno II


Apenas un día después de la nota de Pascal Beltrán del Río en Excelsior sobre la esperanza de sostenimiento del mexicano con becas gubernamentales, aparece en El Universal otra sobre el mismo tema del periodista Antonio Hernández (*), quien, con entrevistas a la directora de México, ¿cómo vamos? y con información de la consultora Vanguard, proporciona datos duros y crudos sobre la esperanza del mexicano de vivir de programas sociales en la vejez. Y yo añadiría, desde su madurez, y si se puede, desde su juventud.

Según estas agencias, en su reciente investigación (2024) encontraron que 7 de cada 10 entrevistados espera vivir de algún programa social del gobierno. Es decir, que si la muestra es representativa y confiable, el 70% de los mexicanos espera que lo mantengan. Esto es tremendo. Si ya los programas de pensiones se comen el 6% del PIB, es harto difícil imaginar de dónde más va a salir el dinero para aumentar esta oferta conforme crece la población. Máxime cuando no se hacen mejoras en empleo o vivienda ni se invierte en la planta productiva o su infraestructura.

A esto hay que agregar que, según datos del INEGI, el 54.5% de la gente en edad laboral se encuentra en la informalidad, y por tanto, sin pagar IMSS ni Afores, ya no digamos impuestos, ¿De dónde, entonces, va a salir el dinero que todas estas personas, que no cooperan para su ahorro, esperan recibir? Es algo que ni saben ni les importa. Solo esperan recibir "su lana".

Los ingresos del mexicano promedio dan poco margen para el ahorro de inversión (vivienda) o de previsión (salud y retiro); a esto añádase la falta de planes para el desarrollo del empleo, la falta de educación financiera y la desconfianza en las instituciones bancarias y se tendrá un coctel preocupante.

El futuro es incierto. En tanto al Gobierno morenista solo le preocupe mantenerse en el poder con base en pagos clientelares a costa de las finanzas del Estado, estaremos condenados a una crisis social y financiera tarde o temprano.

Un retiro digno se construye; y hay que empezar joven. Esperar que otros se hagan cargo de nuestra responsabilidad es ingenuo y muy imprudente.


(*) Antonio Hernández, Mayoría de mexicanos piensa que vivirá de los programas sociales en su vejez, revela estudio. El Universal, 30 de octubre de 2025.

29 de octubre de 2025

Que te mantenga el gobierno

El día de hoy el periodista Pascal Beltrán del Río publicó en su columna “Bitácora del director” del periódico capitalino Excelsior una reflexión harto preocupante sobre la mala salud financiera del mexicano promedio y su loca esperanza de que el Gobierno se la resuelva cuando le toque una de las muchas “ayudas de sostenimiento” con las que el partido morenista sufraga su permanencia en el poder.


Ahora todos esperan, literalmente, que los mantenga el Gobierno: becas para estudiar desde jardín de niños hasta universidad, apoyos para la tercera edad, para mujeres, para ninis, para madres que trabajan… todo un abanico asistencial al que todos (o casi) quieren adherirse, sin importar la clase social. Lo veo ocurrir entre familiares y amigos; incluso conozco a una señora que vive en un lujoso departamento de Tecamachalco que solicitó y obtuvo su apoyo de "mujeres del bienestar".

El previsible agotamiento de los recursos gubernamentales, la falta de ahorro, de educación y previsión, el uso de créditos caros para el consumo, la imposibilidad de tener un fondo de emergencias... todo contribuye para pintar un negro futuro no muy lejano, por cierto (quizás al final del presente sexenio). El mexicano promedio del siglo XXI, y muy especialmente el millennial, vive al día, sin margen de maniobra para afrontar imprevistos, con un gran estrés financiero y con bajas posibilidades de estar preparado para lo que se le avecina. Es, como dice Beltrán, una "bomba de tiempo social" que ya está en cuenta regresiva.
 

A continuación me permito reproducir la columna:

México enfrenta una transición demográfica acelerada que, combinada con una baja educación y salud financiera de la población, está configurando una auténtica bomba de tiempo social.

Los datos oficiales del INEGI sobre inclusión y salud financieras, así como las proyecciones poblacionales, demuestran que, como sociedad y Estado, estamos fallando en la preparación para el gran reto del envejecimiento.

El primer campanazo es ineludible: la población de 60 años o más crece a un ritmo de más de medio millón de personas cada año. Esta tendencia es tan marcada que, para el año 2030, se proyecta que el número de adultos mayores superará al de jóvenes en el país. El bono demográfico se agota, pero el colchón financiero para amortiguar este cambio está prácticamente ausente.

Las encuestas nacionales de Inclusión Financiera (ENIF) y de Salud Financiera (ENSAFI) del INEGI —en las que reparé, gracias a la recomendación del financiero José Antonio Ezquerra— arrojan cifras que evidencian esta falta de previsión. El mexicano promedio no sólo está mal preparado, sino que vive con la ilusión de que el gobierno resolverá su futuro.

En apenas tres años, el porcentaje de mexicanos que piensa solventar sus gastos en la vejez con subsidios se disparó de 57.2 a 68.2 por ciento (entre 2021 y 2024). A esto se suma que un alarmante 43.8% espera cubrirlos con dinero de familiares.

La falta de preparación individual se refleja en la escasa penetración de instrumentos de previsión. Aunque se observa un ligero aumento en el tiempo, sólo 63% de la población de 18 a 70 años cuenta con una cuenta de ahorro formal. La situación del crédito es igualmente precaria: únicamente 37.3% tiene algún tipo de crédito. De este grupo, la mayoría (22.6%) utiliza una tarjeta departamental, que representa el crédito más caro y menos productivo del mercado, mientras que sólo 5.6% tiene acceso a un crédito de vivienda, la forma de deuda más barata que además genera un activo patrimonial.

El panorama se oscurece al mirar los mecanismos de protección: sólo 22.9% de los mexicanos tiene algún tipo de seguro, y de éstos, una minoría (apenas 7.5%) cuenta con un seguro de gastos médicos, esencial para enfrentar los riesgos de salud en la vejez. Respecto al ahorro para el retiro, apenas 42.2% de los mexicanos cuenta con una afore, pero el compromiso para robustecerla es casi nulo: en 2024, únicamente 8.6% de los afiliados realizó una aportación voluntaria.

Todos estos datos convergen en la cruda realidad de una población que vive al día y con un profundo estrés financiero. A 45.9% de los mexicanos de 18 años y más nunca o casi nunca le sobra dinero a final de mes. La fragilidad es palpable: 45.4% tiene preocupación de tener que gastar en imprevistos, una cifra que ilustra el alto nivel de ansiedad financiera. Los efectos son profundos: 48.4% de los mexicanos están muy preocupados por la acumulación de deudas, y esta angustia se traduce en estrés financiero, que se refleja con afectaciones fisiológicas o psicológicas. La consecuencia directa es que 34.6% de los mexicanos carece de la capacidad de hacer frente a un gasto o imprevisto importante.

Lo más preocupante es el pesimismo sobre la propia capacidad. Sólo cuatro de cada 10 mexicanos tienen confianza en sus habilidades para administrar su dinero día a día, y apenas uno de cada cuatro para planificar su futuro financiero. Los datos de INEGI revelan que más de la mitad de los mexicanos (52.7%) siente que sus ahorros son insuficientes.

Los datos de la ENIF y la ENSAFI son un llamado de atención urgente. Revelan que un alto porcentaje de mexicanos de entre 18 y 70 años no se está preparando, ni tiene las herramientas ni la resiliencia para enfrentar su futuro. Es indispensable que el gobierno deje de fomentar un asistencialismo que genera dependencia y, en su lugar, implemente una política de educación financiera agresiva que fomente el ahorro formal, el uso inteligente del crédito, la previsión en salud y la responsabilidad individual ante el retiro, antes de que esta bomba demográfica y financiera estalle.

Pascal Beltrán del Río, Bitácora del director: Bomba de tiempo social y espejismo del bienestar. Excelsior, 29 de octubre de 2025.

22 de octubre de 2025

Administrar el tiempo

 

Pasó por mi TL esta estupenda infografía llena de tips útiles y sencillos para hacer una buena gestión del tiempo, no solo en el trabajo, sino en la vida cotidiana:



7 de octubre de 2025

Usos y desusos en el español mexicano

 

Comentaba yo en unos posteos anteriores las dificultades ocasionales que he tenido para entender el habla “incluyente” de algunas de mis colegas de humanidades y el de las palabras derivadas del mundo digital de mis alumnos.

Pero no fue sino hasta este fin de semana, que estuve viendo unas películas viejitas del cine mexicano (años 40 y 60), que caí a la cuenta en el uso de palabras y expresiones de esas épocas que ya no se emplean más y que para mis estudiantes quizá resultan tan incomprensibles como sus expresiones lo serían para estas personas. Ahora ya nadie se pone “abusadillo” para “agarrar un ruletero” ni anda “entacuchado”. Ya no están “en onda” ni van de “jalada en jalada”, no se preguntan “¿qué jáis?” ni acicatean con un “¡pícale!”… y, por supuesto, ahora a nadie “le cae el veinte”.

Nada más ilustrativo para revelar el cambio en el español oral mexicano que ver el cine nacional, tomando como muestra algunos de sus filmes más representativos, que son también un muestrario del habla cotidiana de los personajes que buscan plasmar: Ahí está el detalle (1940), Nosotros los pobres (1948), Los olvidados (1950), La juventud se impone (1962), Los Caifanes (1966), Mecánica Nacional (1972), Rojo amanecer (1989), La ley de Herodes (1999) o Roma (2018), por mencionar solo algunos.

Todas estas películas están llenas de palabras y expresiones que muchos entendemos todavía (los que ya no nos cocemos al primer hervor), pero que en este mundo de nativos digitales ya casi no usamos, sea porque ahora no suenan bien, porque las hemos olvidado, porque no las entiende la gente, porque hoy en día significan algo muy diferente… o porque cada vez quedamos menos de los que sí las conocimos y empleábamos en el día a día.

Terminé este domingo sintiéndome nostálgico y con ánimo reivindicador. Me gusta recordar estas palabras que le oí a mi abuelo Güicho (que además era muy refranero), a mis tías y a mis padres, en especial a mi papá que tenía una riqueza coloquial enorme, tanto por gusto como por interés de perito. Palabras que conocí cuando niño, que usé de joven y que en estos tiempos ya casi no se utilizan, pero que yo sigo empleando ocasionalmente para sazonar mi habla o para sorprender a mis interlocutores jóvenes (y también, seamos honestos, porque las viejas costumbres son difíciles de quitar y su empleo me sale natural).

Así que ahora pongo aquí una lista de algunas palabras que me gustan del español mexicano en desuso, para recuerdo mío, de algunos coetáneos y quizá para ayudar a algún centennial despistado a entender a sus familiares y maestros.

(La lista no es extensiva porque no cabría toda el habla coloquial chilanga del siglo XX en un solo posteo de blog... y tampoco se trata de hacer un diccionario de mexicanismos, ja!)

Si dice/escribe…

Ha de entenderse…

Abusado

Persona lista, sagaz, ingeniosa o que aprende con facilidad:

- Ramiro es muy abusado para las cuentas.

Acedo

Que se ha vuelto agrio por fermentación o descomposición:

- Las jaibas rellenas se acedaron en el camino.

Alipús

Trago de bebida alcohólica:

- ¡Cheto se merece un alipús!

Bodrio

Cosa mal hecha o de mala calidad:

- El caldo tlalpeño resultó un bodrio.

Congal

Sitio de baja categoría, local sórdido, de mal aspecto y peligroso; burdel:

- La fiesta era en una fonda que parecía congal.

Cuate

Amigo o camarada:

- Somos cuates desde que íbamos a la primaria.

Chipocludo

Algo que es muy bueno o bonito, alguien que es muy habilidoso:

- La maqueta le quedó muy chipocluda.

- Juan es muy chipocludo pintando.

Del cocol

Se dice de algo que va mal o que está en mal estado:

- La práctica de laboratorio nos salió del cocol.

Desconchinflado

Descompuesto, desarmado, que no funciona, arruinado:

- Quiso arreglar el tostador y lo dejó desconchinflado.

Despanzurrar

Reventarse algo que está lleno, esparciendo su relleno:

- Juana se sentó sobre la bolsa y la despanzurró.

Díscolo

Persona egoísta, que no comparte fácilmente:

- No seas díscolo y préstame tus apuntes.

École

Expresión de agrado o aprobación que se usa para señalar que algo quedó bien hecho o que se comparte una opinión:

-École, esa idea está buena.

Escombrar

Despejar un espacio de las cosas que estorban, están en desorden o fuera de lugar:

- Hijo, escombra tu cuarto que parece muladar.

Hacerse guaje

Hacerse el desentendido de una situación, generalmente comprometedora:

- Chole se hizo guaje para no prestarnos sus cubetas.

Meme

Dormir:

- Ya es hora de la meme.

Muina

Enfado, enojo. También puede usarse en forma de verbo:

- Tus desplantes me dan muina.

- Me enmuina que no pongan atención.

Pesero

Transporte público colectivo cuya tarifa era de un peso:

- En la esquina puedes tomar el pesero para el Zócalo.

Pícale

Expresión usada para apresurar a alguien:

- Pícale con la tarea para que puedas salir a jugar.

Pieza

Habitación, dormitorio o cuarto de una casa:

- Yo ya me voy a mi pieza a descansar.

Pingo

Niño travieso, inquieto o revoltoso:

- Nacho era muy pingo cuando tenía siete años.

Pocillo

Taza o vasija, generalmente de peltre, para beber café, chocolate o té o para hervir algún líquido:

- Hijo, échale otro chorrito de chocolate a mi pocillo.

Popof

Persona que pertenece a una clase alta o que pretende serlo:

- Los nuevos vecinos parecen gente popof.

Quiúbole

Saludo informal; también se usa como expresión para llamar la atención o demostrar asombro:

- ¡Quiúbole, Gutierritos!

Rascuache

Persona o cosa de poco valor, fea o de mala calidad:

- Ese pantalón está muy rascuache.

Ruletero

Taxi que no tiene sitio fijo y que busca pasaje recorriendo las calles:

- Tuve que tomar un ruletero para llegar a tiempo.

Sosegarse

Calmarse, tranquilizarse, reposar:

- Sosiégate antes de hablar con tu papá.

Tacuche

Prenda de vestir elegante, traje formal de hombre:

- En el trabajo tengo que andar de tacuche.

Titipuchal

Una gran cantidad de cosas o personas:

- Un titipuchal de pacientes llenaba la sala de espera en la clínica.

Vaquetón

Joven holgazán, vago o sin quehacer:

- No estés de vaquetón, ayúdame a cargar las macetas.

Vetarro

Persona o cosa vieja o de apariencia envejecida:

- Doña Trini ya se ve medio vetarra.

Zaguán

Puerta grande de acceso a una casa o edificio; puerta cochera:

- Tardaron mucho en abrir el zaguán.


Por supuesto, se me queda un titipuchal más en el tintero, como:

achicopalado (desanimado), albricias (felicitaciones), apechugar (afrontar consecuencias), balín (falso), boruca (alboroto), conchabar (asociar), cuelga (regalo), chambón (poco hábil), choya (cabeza), dilatarse (tardarse), endilgar (endosar), fayuca (contrabando), harto (muy mucho), maje (tonto), mitote (alboroto), nave (automóvil), ni fu, ni fa (ambigüedad), palomilla (pandilla), patatús (desfallecimiento), pazguato (pasmado), picudo (hábil), pipiolera (chiquillería), pipirín (alimento), prángana (muy pobre), rejego (renuente), telele (desmayo), tilico (flaco en extremo), turulato (atontado), zangolotear (agitar).

 


3 de octubre de 2025

¡Cítame!

 


Es chiste de Internet, pero también anécdota personal. Me tocó vivirla con cierta revista alemana de pedagogía en ingeniería (con rango Q2) donde el Revisor 2 y el editor asignado resultaron compinchados en un mismo grupo de investigación y desde la primera ronda de revisión me pidieron que citara algunos de sus artículos (así, en plural) aunque no vineran a cuento con el tema sobre el que yo estaba escribiendo. Primero decliné educadamente, pero ante la insistencia de ambos en la segunda vuelta, me negué de manera clara alegando la incompatibilidad de los temas, así que el editor amenazó con rechazar mi artículo si no accedía a lo que me pedían. Como todo quedó por escrito, presenté una queja por coerción al Editor en Jefe, quien en automático zanjó la cuestión rechazando mi propuesta de artículo por considerarlo "sin interés" para su revista. Así se las gastan algunos investigadores (y editores) para subir artificialmente sus índices de citación.



1 de octubre de 2025

Estudiar en un mundo dominado por la IA

 

"Muchas cosas han cambiado en los últimos 15 años: pasamos, de depender casi exclusivamente de Word, a trabajar en la nube con Google Drive y herramientas colaborativas en tiempo real. Plataformas como Coursera o Duolingo apenas estaban naciendo, por lo cual la idea de tomar un curso universitario en línea era inimaginable. Los asistentes virtuales aún no existían, entonces no se podía acudir a Siri, que se anunció en 2011; o a Alexa, que salió al mercado en 2014; no era opción. Era impensable imaginar lo que hoy en día es tan común: convivir con múltiples inteligencias artificiales generativas como ChatGPT.

"La conectividad móvil pasó de 3G a 5G, no había "influencers" como se conocen hoy en día. En las redes sociales, el cambio ha sido radical: en 2010 veías en Facebook lo que posteaban tus conocidos, en orden cronológico. Con el tiempo, el algoritmo se hizo más complejo, la prioridad no era la cercanía que tenías con alguien o el tiempo donde se publicaron las cosas, sino las interacciones.

"Hoy en día, el feed es un producto de inteligencia artificial y aprendizaje automático, que analiza miles de señales al mismo tiempo. Esto significa que lo que aparece en tu feed ya no es tanto lo que suben tus conocidos, sino lo que la máquina predice que te enganchará más: publicaciones virales, reels, grupos, anuncios, etc. El objetivo ya no es que sigas la vida de tus amigos, sino que te quedes más tiempo en la aplicación.

"¿Y qué tal en el mundo educativo? Porque esta área también ha tenido un cambio impresionante. En 2010, la mayoría de las universidades seguían un modelo tradicional, es decir, centrado en el profesor, con clases presenciales, planes rígidos y plataformas como Blackboard para organizar tareas y materiales. El aprendizaje en línea era todavía limitado y poco reconocido.

"Ahora, en cambio, hablamos de un modelo mucho más flexible, digital e interdisciplinario. Las clases ya no se limitan a escuchar al profesor, sino que giran alrededor de retos reales, proyectos colaborativos y experiencias internacionales. El aprendizaje híbrido y en línea se consolidó después de la pandemia, y LMS o Sistema de Gestión del Aprendizaje (del inglés Learning Management System) como Canvas reemplazaron a Blackboard, integrando recursos digitales, colaboración en tiempo real y acceso desde cualquier dispositivo.

"Casi diez años después, decidí regresar a clases en un contexto radicalmente distinto. El mundo académico y la sociedad ya no se parecen a los que conocí como estudiante de licenciatura. Ahora convivo con Canvas en lugar de Blackboard, con clases totalmente en línea y con la presencia cotidiana de inteligencias artificiales como ChatGPT.

"Durante la carrera, los libros que utilizaba para mis clases todos eran impresos; ahora no he tenido un solo libro en papel durante mis dos años de maestría. Todas mis clases han sido exclusivamente en línea, al igual que los trabajos grupales. Y claro, esto es de esperarse, ya que es mayormente asíncrona, excepto por las pocas clases sincrónicas vía Zoom.

"Hay cosas que son muy similares: mucha lectura, compañeros que no hacen nada, la manera de evaluar, y otras que me resultaron difíciles de creer, como incluir respuestas de ChatGPT. Sinceramente, poco me esperaba del impacto que tendría la IA en mi experiencia como estudiante.

"Al inicio veía esta tecnología como enemiga; constantemente escuchaba cómo iba a remplazar mi profesión (una discusión para otro día), así que me negaba a usarla. Poco a poco, tuve que sucumbir e ir usándola. Primero pidiéndole definiciones que me ponían de tarea, luego para que me diera sinónimos o simplificara textos. Como tengo dislexia, muchas veces batallo mucho en comprender textos con palabras muy complicadas, entonces poder buscar apoyo fue de gran ayuda. Y antes de que me diera cuenta, cada vez recurría más a la IA en lugar de Google para buscar respuestas.

"Donde ha sido más útil la IA ha sido en la elaboración de mi tesis. Empezando por el marco teórico, utilice la aplicación de Logically que es un gestor de referencias que te permite trabajar activamente sobre un documento, además de ser asistente de escritura y buscador académico con inteligencia artificial, integrando modelos como GPT-4 y Claude. Aquí pude fácilmente ver si mis fuentes estaban indexadas, organizarlas e incluso preguntarle al chat que me hiciera resúmenes de las lecturas en caso de ser necesario.

"También utilicé mucho NotebookLM un asistente de investigación impulsado por IA de Google que te permite cargar tus documentos, organizarlos, interactuar con ellos, y recibir resúmenes, guías, timelines y hasta te crea pódcast basados en el contenido que provees. En mi caso, teniendo 50 fuentes en mi marco teórico, constantemente olvidaba quien había dicho qué, entonces le podía preguntar a ChatGPT, por ejemplo, sobre el uso de las pantallas en niños de cuatro a seis años y me daba un resumen con las referencias donde sacó la información, así podía yo acceder la lectura y buscar la cita textual.

"Hoy en día, honestamente, es muy fácil no leer los textos y pedirle a la IA que te haga un resumen. Tristemente, admito que he utilizado este método cuando no me alcanzó el tiempo para leer algo. Se vuelve opcional realmente realizar esa lectura porque hay una alternativa mucho más sencilla que en segundos te da la respuesta. Y eso es lo que más ha cambiado, mi determinación como estudiante de hacer las cosas bien. Antes era, o leíste, o no leíste, ahora es: o leíste tú, o leyó ChatGPT.

"Está comprobado que aquellos estudiantes que dependen más de estas herramientas tienden a delegar procesos cognitivos como el análisis profundo y la evaluación crítica. Además, investigaciones realizadas por el MIT muestran que estudiantes asistidos por IA presentan menor activación neuronal, especialmente en redes alfa y beta relacionadas con la atención, memoria y planificación. Estos tienen más dificultades para recordar lo escrito o citar correctamente sus propios ensayos.

"Por otra parte, investigadores del MIT, Cornell y Santa Clara observaron que los trabajos generados con IA tienden a ser estandarizados, menos creativos, con menor voz individual. Esto puede debilitar la diversidad cultural, la creatividad y la confianza intelectual, sugiriendo que el uso desmedido de IA podría reconfigurar normas cognitivas a nivel social.

"Antes, al ver este tipo de investigaciones, solo pensaba: «qué flojos son los estudiantes que utilizan estas herramientas», pero después de volver a ser estudiante es que me doy cuenta de que va más allá de eso. No es ser solamente perezoso, es la accesibilidad y la facilidad. Por ejemplo, tuve que leer cinco textos en la segunda semana de clases que me tomaron entre seis a ocho horas porque subrayé y tomé notas. Esto lo pudo hacer ChatGPT por mí en minutos y así yo pude haber tenido más tiempo para mi hobby, tejer.

"Tal vez el cambio más grande de 2015 a 2025 no esté en las plataformas ni en los algoritmos, sino en las decisiones que tomamos los estudiantes. Aprender ya no consiste en acumular información, sino en discernir cuándo apoyarnos en la IA y cuándo atrevernos a pensar por nosotros mismos.

"Hace diez años, el reto era entregar a tiempo un ensayo, sobrevivir a Blackboard y rezar para que no se acabara la tinta de la impresora. Hoy, el desafío es muy distinto: resistir el impulso de que la IA lo haga todo. Entre la flojera y la facilidad hay una línea muy delgada, y cruzarla no significa aprender menos, sino aprender de otra manera. Al final, la pregunta sigue siendo la misma que hace una década, pero con nuevas palabras: ¿qué tipo de estudiantes queremos ser en 2025 y en los años que vienen?"

Paulette Delgado
Publicado originalmente en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey.

26 de septiembre de 2025

La autoría humana

 

Imagen: Gaceta UNAM


Soy seguidor de «El Robot de Platón», el canal de “ciencias y sapiencias” del divulgador peruano-neozelandés Aldo Bartra en YouTube. Me gusta por los temas que trata (en especial los de astronomía y pensamiento humano) y porque su estilo de comunicación es científicamente riguroso y también entretenido. En especial me gustan sus toques de humor filoso y el sarcasmo con el que fustiga las pseudociencias, la desinformación y los mitos científicos. Sus videos siempre son una invitación a la reflexión profunda.

En su reciente video El fin de la autoría humana pone el dedo en un aspecto polémico y coyuntural para la sociedad contemporánea: cómo se verá desde el futuro la autoría de los trabajos artísticos e intelectuales provenientes del pensamiento humano y de las máquinas, en particular de alguna inteligencia artificial (IA). Y no solo eso, su visión mira hacia lo venidero y se pregunta qué va a ser de ese conocimiento y ese arte, cómo distinguirlo y preservarlo. ¿Qué deberíamos conservar para el futuro de la humanidad? ¿Solo lo que escribimos los humanos o también lo que generan las inteligencias artificiales?

El tema me parece fascinante y es algo en lo que yo no había pensado con anterioridad. Siempre he dado por sentado que todo el conocimiento se preserva, ¿pero ahora será igual con el que no es del todo -o nada- humano? Van los siguientes apuntes sobre este video y algunas reflexiones que me surgen de lo que ahí escuché.

Es hasta muy recientemente que yo me he preguntado quién escribió lo que veo y leo en Internet, sobre todo en los artículos de opinión y en los blogs. Especialmente me ocurre cuando reviso las tareas de mis alumnos, quienes no desaprovechan la oportunidad de “meter un gol” entregando una tarea que les hizo ChatGPT. Dudar si la tarea la hizo el alumno o una IA era algo impensable hace un par de años; hoy es algo que hay que cuidar. Y lo mismo sucede con prácticamente todos los contenidos de la web, muy especialmente con los escritos (artículos, reportajes, poesía, críticas, líneas de programación, posteos en redes sociales).

 

Hoy en día esto no se puede dar por hecho. Ya hay inteligencias artificiales que escriben y lo hacen tan bien que es muy difícil saber quién lo hizo.

 

La autoría humana, que antes se daba por sentada en cada creación artística o intelectual, ahora hay que comprobarla. Y eso cada vez es más difícil porque no hay herramientas totalmente confiables que detecten si un texto ha sido escrito con IA. De hecho, ya hay IAs que ayudan a detectar escritos con IA (yo uso iThenticate o Turnitin), pero su eficacia es relativa porque las herramientas generativas son cada vez mejores y ya no solo son para redactar textos, también resuelven problemas de ingeniería, con ecuaciones y diagramas. Incluso pueden integrar los errores de escritura o de cálculo que cometería el humano y al imprimir pueden imitar la letra manuscrita (aunque no la presión variable de una mano). Luchar contra eso se vuelve muy difícil, por no hablar de que la eficacia en la detección varía de herramienta a herramienta. Quienes revisamos material intelectual la tenemos complicada.

 

Estamos en un punto en que lo falso no solamente parece real, sino que se comporta igual.


A esto habría que agregar los vicios naturales de la IA: alucinaciones y sesgos que desvirtúan lo que entrega cuando no se le pregunta con cierto cuidado.   Esta incertidumbre debería hacernos cuestionar no solo la información que consumimos sino también sus fuentes. Hay que saber analizar, criticar lo que vemos y leemos en Internet; pero no parece que eso esté ocurriendo en la generalidad: la gente da por hecho que lo generado por una IA está bien y pocos son los que se toman la curiosidad de verificarlo. Ya lo comentaba yo en un posteo pasado sobre los peligros de fiarse de la IA.

Ante esta situación de conocimiento “sintético” de autoría no humana formando parte del corpus del arte y el pensamiento en prácticamente todas las disciplinas, surge una importante serie de preguntas:

¿Qué conocimiento ha de preservarse para el futuro?

¿Solo el que generan los humanos de forma original (cada vez menos) o también el que crean con las IA (cada vez más)?

¿La memoria colectiva de la Humanidad también incluye a sus máquinas?

¿Tendríamos que cuidar el conocimiento generado solo por humanos?

Y si la respuesta es afirmativa (por motivos de registro del conocimiento), ¿cómo evitar que se pierda o quede sepultado bajo toneladas de publicaciones automáticas?

¿Qué debemos preservar de la memoria cultural digital de estos tiempos para las futuras generaciones?

Hay quien dice que se debe de preservar una base sólida de conocimiento 100% humano, en especial el “limpio”, es decir, el anterior a la irrupción masiva de la IA (2023). Hay otros que sostienen que lo que producen las máquinas debe de preservarse con igual atención por ser parte integral de nuestra vida digital e incluso de nuestra historia cultural (yo soy de esta opinión).

Decidir entre lo humano o lo digital no parece ser el camino. El verdadero reto consistirá en construir una memoria que incluya ambos aspectos, porque si ignoramos una de las dos partes, estaríamos dejando fuera un elemento fundamental de lo que realmente está pasando. 

Otro aspecto retador es en dónde preservar esa memoria, habida cuenta de lo efímero que es mucha de esa información, en lo rápido que cambian los formatos digitales y en lo frágiles que son; por no mencionar la cantidad tan enorme de bytes de información (> 400 Tb/día según Wikipedia). Depende totalmente de la electricidad, la información no siempre se respalda, los links se pierden, los emails se borran, las cuentas se cierran, los sitios web se dan de baja. Millones de datos se pierden todos los días sin que nadie lo note. La información digital se crea y se borra a una velocidad vertiginosa.

 

Nuestro mundo ya no está hecho solamente de cosas que podemos palpar, también está hecho de datos y de algoritmos. Y aunque todo eso no se vea, sí deja una marca. Si no empezamos a cuidar ese patrimonio hoy, podríamos perder para siempre una parte enorme de nuestra historia reciente [y de nuestra cultura].

 

¿Cómo se estudiará en un futuro esta etapa de la humanidad si no se sabe con certeza si una fuente, una muestra del conocimiento, sea texto o imagen, fue humana o artificial? ¿Importará acaso para ese entonces? (Wow, esto da para una novela de Isaac Asimov o de Cixin Liu).

Pero como dice Aldo, quizá la pregunta más importante de todo esto no es tanto quién, humano o máquina, escribió qué, sino qué significará eso para la Humanidad (así, con mayúscula) en un futuro. ¿Qué memoria estamos construyendo y dejando para las futuras generaciones? ¿Se podrá preservar lo humano dentro de lo digital? ¿El transhumanismo borrará para entonces esa duda?

 

¿Qué versión de nosotros mismos quedará registrada para quienes vengan después?