3 de octubre de 2025

¡Cítame!

 


Es chiste de Internet, pero también anécdota personal. Me tocó vivirla con cierta revista alemana de pedagogía en ingeniería (con rango Q2) donde el Revisor 2 y el editor asignado resultaron compinchados en un mismo grupo de investigación y desde la primera ronda de revisión me pidieron que citara algunos de sus artículos (así, en plural) aunque no vineran a cuento con el tema sobre el que yo estaba escribiendo. Primero decliné educadamente, pero ante la insistencia de ambos en la segunda vuelta, me negué de manera clara alegando la incompatibilidad de los temas, así que el editor amenazó con rechazar mi artículo si no accedía a lo que me pedían. Como todo quedó por escrito, presenté una queja por coerción al Editor en Jefe, quien en automático zanjó la cuestión rechazando mi propuesta de artículo por considerarlo "sin interés" para su revista. Así se las gastan algunos investigadores (y editores) para subir artificialmente sus índices de citación.



1 de octubre de 2025

Estudiar en un mundo dominado por la IA

 

"Muchas cosas han cambiado en los últimos 15 años: pasamos, de depender casi exclusivamente de Word, a trabajar en la nube con Google Drive y herramientas colaborativas en tiempo real. Plataformas como Coursera o Duolingo apenas estaban naciendo, por lo cual la idea de tomar un curso universitario en línea era inimaginable. Los asistentes virtuales aún no existían, entonces no se podía acudir a Siri, que se anunció en 2011; o a Alexa, que salió al mercado en 2014; no era opción. Era impensable imaginar lo que hoy en día es tan común: convivir con múltiples inteligencias artificiales generativas como ChatGPT.

"La conectividad móvil pasó de 3G a 5G, no había "influencers" como se conocen hoy en día. En las redes sociales, el cambio ha sido radical: en 2010 veías en Facebook lo que posteaban tus conocidos, en orden cronológico. Con el tiempo, el algoritmo se hizo más complejo, la prioridad no era la cercanía que tenías con alguien o el tiempo donde se publicaron las cosas, sino las interacciones.

"Hoy en día, el feed es un producto de inteligencia artificial y aprendizaje automático, que analiza miles de señales al mismo tiempo. Esto significa que lo que aparece en tu feed ya no es tanto lo que suben tus conocidos, sino lo que la máquina predice que te enganchará más: publicaciones virales, reels, grupos, anuncios, etc. El objetivo ya no es que sigas la vida de tus amigos, sino que te quedes más tiempo en la aplicación.

"¿Y qué tal en el mundo educativo? Porque esta área también ha tenido un cambio impresionante. En 2010, la mayoría de las universidades seguían un modelo tradicional, es decir, centrado en el profesor, con clases presenciales, planes rígidos y plataformas como Blackboard para organizar tareas y materiales. El aprendizaje en línea era todavía limitado y poco reconocido.

"Ahora, en cambio, hablamos de un modelo mucho más flexible, digital e interdisciplinario. Las clases ya no se limitan a escuchar al profesor, sino que giran alrededor de retos reales, proyectos colaborativos y experiencias internacionales. El aprendizaje híbrido y en línea se consolidó después de la pandemia, y LMS o Sistema de Gestión del Aprendizaje (del inglés Learning Management System) como Canvas reemplazaron a Blackboard, integrando recursos digitales, colaboración en tiempo real y acceso desde cualquier dispositivo.

"Casi diez años después, decidí regresar a clases en un contexto radicalmente distinto. El mundo académico y la sociedad ya no se parecen a los que conocí como estudiante de licenciatura. Ahora convivo con Canvas en lugar de Blackboard, con clases totalmente en línea y con la presencia cotidiana de inteligencias artificiales como ChatGPT.

"Durante la carrera, los libros que utilizaba para mis clases todos eran impresos; ahora no he tenido un solo libro en papel durante mis dos años de maestría. Todas mis clases han sido exclusivamente en línea, al igual que los trabajos grupales. Y claro, esto es de esperarse, ya que es mayormente asíncrona, excepto por las pocas clases sincrónicas vía Zoom.

"Hay cosas que son muy similares: mucha lectura, compañeros que no hacen nada, la manera de evaluar, y otras que me resultaron difíciles de creer, como incluir respuestas de ChatGPT. Sinceramente, poco me esperaba del impacto que tendría la IA en mi experiencia como estudiante.

"Al inicio veía esta tecnología como enemiga; constantemente escuchaba cómo iba a remplazar mi profesión (una discusión para otro día), así que me negaba a usarla. Poco a poco, tuve que sucumbir e ir usándola. Primero pidiéndole definiciones que me ponían de tarea, luego para que me diera sinónimos o simplificara textos. Como tengo dislexia, muchas veces batallo mucho en comprender textos con palabras muy complicadas, entonces poder buscar apoyo fue de gran ayuda. Y antes de que me diera cuenta, cada vez recurría más a la IA en lugar de Google para buscar respuestas.

"Donde ha sido más útil la IA ha sido en la elaboración de mi tesis. Empezando por el marco teórico, utilice la aplicación de Logically que es un gestor de referencias que te permite trabajar activamente sobre un documento, además de ser asistente de escritura y buscador académico con inteligencia artificial, integrando modelos como GPT-4 y Claude. Aquí pude fácilmente ver si mis fuentes estaban indexadas, organizarlas e incluso preguntarle al chat que me hiciera resúmenes de las lecturas en caso de ser necesario.

"También utilicé mucho NotebookLM un asistente de investigación impulsado por IA de Google que te permite cargar tus documentos, organizarlos, interactuar con ellos, y recibir resúmenes, guías, timelines y hasta te crea pódcast basados en el contenido que provees. En mi caso, teniendo 50 fuentes en mi marco teórico, constantemente olvidaba quien había dicho qué, entonces le podía preguntar a ChatGPT, por ejemplo, sobre el uso de las pantallas en niños de cuatro a seis años y me daba un resumen con las referencias donde sacó la información, así podía yo acceder la lectura y buscar la cita textual.

"Hoy en día, honestamente, es muy fácil no leer los textos y pedirle a la IA que te haga un resumen. Tristemente, admito que he utilizado este método cuando no me alcanzó el tiempo para leer algo. Se vuelve opcional realmente realizar esa lectura porque hay una alternativa mucho más sencilla que en segundos te da la respuesta. Y eso es lo que más ha cambiado, mi determinación como estudiante de hacer las cosas bien. Antes era, o leíste, o no leíste, ahora es: o leíste tú, o leyó ChatGPT.

"Está comprobado que aquellos estudiantes que dependen más de estas herramientas tienden a delegar procesos cognitivos como el análisis profundo y la evaluación crítica. Además, investigaciones realizadas por el MIT muestran que estudiantes asistidos por IA presentan menor activación neuronal, especialmente en redes alfa y beta relacionadas con la atención, memoria y planificación. Estos tienen más dificultades para recordar lo escrito o citar correctamente sus propios ensayos.

"Por otra parte, investigadores del MIT, Cornell y Santa Clara observaron que los trabajos generados con IA tienden a ser estandarizados, menos creativos, con menor voz individual. Esto puede debilitar la diversidad cultural, la creatividad y la confianza intelectual, sugiriendo que el uso desmedido de IA podría reconfigurar normas cognitivas a nivel social.

"Antes, al ver este tipo de investigaciones, solo pensaba: «qué flojos son los estudiantes que utilizan estas herramientas», pero después de volver a ser estudiante es que me doy cuenta de que va más allá de eso. No es ser solamente perezoso, es la accesibilidad y la facilidad. Por ejemplo, tuve que leer cinco textos en la segunda semana de clases que me tomaron entre seis a ocho horas porque subrayé y tomé notas. Esto lo pudo hacer ChatGPT por mí en minutos y así yo pude haber tenido más tiempo para mi hobby, tejer.

"Tal vez el cambio más grande de 2015 a 2025 no esté en las plataformas ni en los algoritmos, sino en las decisiones que tomamos los estudiantes. Aprender ya no consiste en acumular información, sino en discernir cuándo apoyarnos en la IA y cuándo atrevernos a pensar por nosotros mismos.

"Hace diez años, el reto era entregar a tiempo un ensayo, sobrevivir a Blackboard y rezar para que no se acabara la tinta de la impresora. Hoy, el desafío es muy distinto: resistir el impulso de que la IA lo haga todo. Entre la flojera y la facilidad hay una línea muy delgada, y cruzarla no significa aprender menos, sino aprender de otra manera. Al final, la pregunta sigue siendo la misma que hace una década, pero con nuevas palabras: ¿qué tipo de estudiantes queremos ser en 2025 y en los años que vienen?"

Paulette Delgado
Publicado originalmente en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey.

26 de septiembre de 2025

La autoría humana

 

Imagen: Gaceta UNAM


Soy seguidor de «El Robot de Platón», el canal de “ciencias y sapiencias” del divulgador peruano-neozelandés Aldo Bartra en YouTube. Me gusta por los temas que trata (en especial los de astronomía y pensamiento humano) y porque su estilo de comunicación es científicamente riguroso y también entretenido. En especial me gustan sus toques de humor filoso y el sarcasmo con el que fustiga las pseudociencias, la desinformación y los mitos científicos. Sus videos siempre son una invitación a la reflexión profunda.

En su reciente video El fin de la autoría humana pone el dedo en un aspecto polémico y coyuntural para la sociedad contemporánea: cómo se verá desde el futuro la autoría de los trabajos artísticos e intelectuales provenientes del pensamiento humano y de las máquinas, en particular de alguna inteligencia artificial (IA). Y no solo eso, su visión mira hacia lo venidero y se pregunta qué va a ser de ese conocimiento y ese arte, cómo distinguirlo y preservarlo. ¿Qué deberíamos conservar para el futuro de la humanidad? ¿Solo lo que escribimos los humanos o también lo que generan las inteligencias artificiales?

El tema me parece fascinante y es algo en lo que yo no había pensado con anterioridad. Siempre he dado por sentado que todo el conocimiento se preserva, ¿pero ahora será igual con el que no es del todo -o nada- humano? Van los siguientes apuntes sobre este video y algunas reflexiones que me surgen de lo que ahí escuché.

Es hasta muy recientemente que yo me he preguntado quién escribió lo que veo y leo en Internet, sobre todo en los artículos de opinión y en los blogs. Especialmente me ocurre cuando reviso las tareas de mis alumnos, quienes no desaprovechan la oportunidad de “meter un gol” entregando una tarea que les hizo ChatGPT. Dudar si la tarea la hizo el alumno o una IA era algo impensable hace un par de años; hoy es algo que hay que cuidar. Y lo mismo sucede con prácticamente todos los contenidos de la web, muy especialmente con los escritos (artículos, reportajes, poesía, críticas, líneas de programación, posteos en redes sociales).

 

Hoy en día esto no se puede dar por hecho. Ya hay inteligencias artificiales que escriben y lo hacen tan bien que es muy difícil saber quién lo hizo.

 

La autoría humana, que antes se daba por sentada en cada creación artística o intelectual, ahora hay que comprobarla. Y eso cada vez es más difícil porque no hay herramientas totalmente confiables que detecten si un texto ha sido escrito con IA. De hecho, ya hay IAs que ayudan a detectar escritos con IA (yo uso iThenticate o Turnitin), pero su eficacia es relativa porque las herramientas generativas son cada vez mejores y ya no solo son para redactar textos, también resuelven problemas de ingeniería, con ecuaciones y diagramas. Incluso pueden integrar los errores de escritura o de cálculo que cometería el humano y al imprimir pueden imitar la letra manuscrita (aunque no la presión variable de una mano). Luchar contra eso se vuelve muy difícil, por no hablar de que la eficacia en la detección varía de herramienta a herramienta. Quienes revisamos material intelectual la tenemos complicada.

 

Estamos en un punto en que lo falso no solamente parece real, sino que se comporta igual.


A esto habría que agregar los vicios naturales de la IA: alucinaciones y sesgos que desvirtúan lo que entrega cuando no se le pregunta con cierto cuidado.   Esta incertidumbre debería hacernos cuestionar no solo la información que consumimos sino también sus fuentes. Hay que saber analizar, criticar lo que vemos y leemos en Internet; pero no parece que eso esté ocurriendo en la generalidad: la gente da por hecho que lo generado por una IA está bien y pocos son los que se toman la curiosidad de verificarlo. Ya lo comentaba yo en un posteo pasado sobre los peligros de fiarse de la IA.

Ante esta situación de conocimiento “sintético” de autoría no humana formando parte del corpus del arte y el pensamiento en prácticamente todas las disciplinas, surge una importante serie de preguntas:

¿Qué conocimiento ha de preservarse para el futuro?

¿Solo el que generan los humanos de forma original (cada vez menos) o también el que crean con las IA (cada vez más)?

¿La memoria colectiva de la Humanidad también incluye a sus máquinas?

¿Tendríamos que cuidar el conocimiento generado solo por humanos?

Y si la respuesta es afirmativa (por motivos de registro del conocimiento), ¿cómo evitar que se pierda o quede sepultado bajo toneladas de publicaciones automáticas?

¿Qué debemos preservar de la memoria cultural digital de estos tiempos para las futuras generaciones?

Hay quien dice que se debe de preservar una base sólida de conocimiento 100% humano, en especial el “limpio”, es decir, el anterior a la irrupción masiva de la IA (2023). Hay otros que sostienen que lo que producen las máquinas debe de preservarse con igual atención por ser parte integral de nuestra vida digital e incluso de nuestra historia cultural (yo soy de esta opinión).

Decidir entre lo humano o lo digital no parece ser el camino. El verdadero reto consistirá en construir una memoria que incluya ambos aspectos, porque si ignoramos una de las dos partes, estaríamos dejando fuera un elemento fundamental de lo que realmente está pasando. 

Otro aspecto retador es en dónde preservar esa memoria, habida cuenta de lo efímero que es mucha de esa información, en lo rápido que cambian los formatos digitales y en lo frágiles que son; por no mencionar la cantidad tan enorme de bytes de información (> 400 Tb/día según Wikipedia). Depende totalmente de la electricidad, la información no siempre se respalda, los links se pierden, los emails se borran, las cuentas se cierran, los sitios web se dan de baja. Millones de datos se pierden todos los días sin que nadie lo note. La información digital se crea y se borra a una velocidad vertiginosa.

 

Nuestro mundo ya no está hecho solamente de cosas que podemos palpar, también está hecho de datos y de algoritmos. Y aunque todo eso no se vea, sí deja una marca. Si no empezamos a cuidar ese patrimonio hoy, podríamos perder para siempre una parte enorme de nuestra historia reciente [y de nuestra cultura].

 

¿Cómo se estudiará en un futuro esta etapa de la humanidad si no se sabe con certeza si una fuente, una muestra del conocimiento, sea texto o imagen, fue humana o artificial? ¿Importará acaso para ese entonces? (Wow, esto da para una novela de Isaac Asimov o de Cixin Liu).

Pero como dice Aldo, quizá la pregunta más importante de todo esto no es tanto quién, humano o máquina, escribió qué, sino qué significará eso para la Humanidad (así, con mayúscula) en un futuro. ¿Qué memoria estamos construyendo y dejando para las futuras generaciones? ¿Se podrá preservar lo humano dentro de lo digital? ¿El transhumanismo borrará para entonces esa duda?

 

¿Qué versión de nosotros mismos quedará registrada para quienes vengan después?

 

 


22 de septiembre de 2025

Educar para rendir

 

La educación no es solo formación, es, sobre todo, el cultivo del juicio, del carácter y del criterio.

Desde finales del siglo XIX la escuela prepara personas para producir, pero no para vivir. Las hemos educado para competir, pero no para conversar.

Las universidades actuales ya no garantizan el pensamiento crítico en sus aulas.

Los universitarios están más preocupados por no ser ofendidos que por pensar y confrontar ideas.

El modelo de educación por competencias no favorece el pensamiento crítico. Su enfoque centrado en el mercado laboral limita la formación integral.

Preparamos egresados “competentes” técnicamente, pero frágiles emocionalmente.

No enseñamos a pensar, enseñamos a rendir.

19 de septiembre de 2025

No ofender a los imbéciles

Comparto esta atinada reflexión que le leí a Erika (ExploreCosmos_), una astrofísica canadiense que publica contenidos de astronomía en X-Twitter:


Vivimos en un tiempo extraño. La palabra se ha vuelto frágil, no porque carezca de fuerza, sino porque se mide constantemente con la vara del agravio. El pensamiento libre, el cuestionamiento, la duda, parecen peligros mayores que la ignorancia misma. Y entonces, como advertía Dostoyevski, se castiga al que piensa, no porque mienta, sino porque incomoda.

Es un síntoma de decadencia: cuando la sociedad prefiere la calma de la mediocridad al vértigo de la verdad. Se protege al necio para que no se sienta herido, y en ese gesto se mutila al lúcido, como si la inteligencia fuera un crimen contra la paz superficial.

Nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de ruido, pero tememos el eco de una idea clara. Es más sencillo exigir silencio que enfrentarse al espejo que nos devuelve la palabra honesta. Así, poco a poco, vamos cediendo, entregando terreno a la comodidad, hasta que lo que queda es una sociedad dócil, incapaz de pensar sin pedir permiso.

Y quizá lo más inquietante es que muchos ya lo aceptan. Porque pensar duele, y el dolor es lo primero que el ser humano busca evitar. Pero sin pensamiento, sin la fricción de la diferencia, sin la valentía de incomodar, lo único que nos queda es un vacío disfrazado de paz. Una paz hueca, construida sobre el silencio de lo esencial.

Y así, el ruido lo hacen los que menos tienen que decir.

"La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles".

— Fiodor Dostoyevski.


Todas nuestras madres


Cierra los ojos; descálzate. La tenue luz rojiza del sol resplandece más allá de tus párpados [...] Algo tibio roza tu brazo mientras una mano sujeta la tuya; de alguna manera sabes quién es. Abres los ojos y, bajo un cielo a la vez brillante de sol y pintado de estrellas, tu madre está ante ti [...] Se escucha el sonido leve de unas pisadas y otra mujer se acerca: tu abuela materna. Quizá hablaste con ella la semana pasada, o hace veinte años, o tal vez solo la conocías por fotografías borrosas. Ella une su mano a la de tu madre y después gira la cabeza; por detrás una fila de mujeres unidas por las manos y las miradas se extiende por una llanura infinita.

Tus ojos pierden la cuenta, pero las sientes por centenares, por miles. Los rostos se desdibujan en la distancia, a pesar de que reconoces, de alguna manera, las curvas de las mejillas, los rizos del cabello o el movimiento de la cadera. Más allá la cadena continua hasta fundirse con el horizonte y alzas la mirada hasta la lactea espuma de lo alto [...] Después sientes como si un rayo pasara por 40,000 manos: ciclos infinitos de amor y de pérdida palpitando a través de pechos y huesos durante 500,000 años hasta llegar a tu sangre, a tu corazón. Te mareas, pero la mano de tu madre te sostiene y solo entonces, con ojos parpadeantes, lo entiendes. Desde esta cadena única de linaje materno se extiende una inmensa tracería humana que se entrelaza en los confines del tiempo. Todas están aquí. Siempre han estado aquí.

Somos el legado corporeo de todas nuestras madres.

— Rebecca Wragg Sykes, Neandertales.